UN ARBOL (NO TAN) MUERTO

  por Gabriel Rumor

En Canadá, el Museo de Arte Contemporaneo de Toronto ha cobrado vida gracias al gigantesco árbol caído que el creador Mark Dion instaló en una de sus galerías, recordando a los ciudadanos el compromiso  con los ecosistemas de su entorno natural.

Museo de Arte Contemporáneo de Toronto

La Universidad local aglutinó a diversas instituciones e individualidades científicas de la provincia de Ontario en la iniciativa que permite practicar una suerte de autopsia del gigante forestal, para detectar las diversas formas de vida que aún cobija; en especial, hongos e insectos invasivos que plantean amenazas a los formidables bosques norteamericanos.

No es la primera incursión en el tema ecológico del artista conceptual de 58 años, nacido en Massachussets, cuyos trabajos fusionan arqueología, historia y naturaleza en un enfoque animado por el humor y reñido con toda rigidez científica, cuyo objetivo primordial es el hombre de la calle.

Mark Dion

Mark Dion

En 2011, por ejemplo, desplegó un curioso proyecto titulado Oceanomanía, Recuerdos de Mares Misteriosos, en un enorme panel de diez metros de alto por veinte de ancho a la entrada del Museo Oceanográfico de Monaco, que mostraba los objetos más heteroclitos –antiguos trajes de buzos, instrumentos de medición, restos de naufragios- que reposan en los fondos oceánicos, junto a piezas de valor emblemático como el gabinete del capitán Cousteau.

Al mismo tiempo, en la sede de la Villa Paloma del nuevo Museo Nacional monegasco, Dion resumió el curso de las investigaciones realizadas durante diez años por tres mil científicos de ochenta países que permitieron añadir más de seis mil nuevas especies de los fondos marinos mientras, paradojicamente, denunciaba el horrendo balance de un derrame petrolero en el Golfo de México que borró del mapa un número de especies igualmente significativo.

Neukom Vivarium

Neukom Vivarium

Cuando iniciaba su carrera, en 1996, Dion concibió una obra titulada Neukom Vivarium, en que aprovechó una cicuta de 18 metros caída en el jardín del Museo Artístico de Seattle, como un seto dentro de un invernadero, transformado en realidad en un microcosmos de bacterias, hongos, insectos, líquenes y plantas que los visitantes podían escudriñar con el auxilio de lentes de aumento.

Y, ahora, en Toronto, Dion se ha planteado construir una cultura de la naturaleza que oponga regeneración a destrucción, sustentabilidad en lugar de agotamiento y solidaridad sobre dominación, gracias a una amplia constelación de pensadores, constructores y realizadores, donde el arte juega vital importancia.

Varsovia, julio 2019