Así viajaremos después
Porque he devenido lugar común afirmar que nada será igual cuando la pandemia nos conceda regresar a la normalidad, la revista NATURE refiere las recomendación de los climatólogo de reorientar los desplazamientos humanos a fin de reducir la contaminación por combustibles fósiles, incluso una vez que hayan cesado las restricciones en vigor.
Uno de los aspectos derivados del Covid-19 ha sido la reducción del tráfico aéreo, porque casi todas las conferencias y reuniones internacionales -el glamoroso Foro económico de Davos, entre ellos- se realizan ahora de manera virtual; pero el problema ambiental continuará siendo crucial y, paradójicamente, estudios recientes muestran que justamente son los expertos climatólogos quienes han estado viajando con mayor frecuencia por motivos de trabajo.
Milan Klöwer, académico de Oxford calculó que los 28 mil científicos que asistieron en diciembre a la reunión de la Unión Geofísica Americana en San Francisco, viajaron un total de 285 millones de kilómetros y emitieron más de 80 mil toneladas de dióxido de carbono, que hubiesen podido reducirse un 12% con sólo mover la sede a Chicago, más céntrica, y que el total de los desechos se reduciría en un 90% si se celebrase bienal en lugar de anualmente.
La participación en diversas conferencias médicas virtuales en los Estados Unidos y Europa, muchas de ellas gratuitas, se duplicó mientras tanto, según Afinity, una compañía analítica basada en Londres, y podrían ser aún más exitosas, haciéndolas interactivas con videos y otros recursos informáticos
Las conferencias virtuales mediante plataformas como Google Meet o Skype tienen ventajas adicionales, como la participación de expertos de escasos recursos, carentes de visado o con impedimentos físicos.
Sin embargo, a pesar del balance de catástrofes naturales del año pasado año, derivadas del cambio climático, prevalece en el ambiente la convicción de que nada puede sustituir el contacto humano, sobre todo entre los jóvenes que luchan por abrirse paso en su carrera e intentan por eso maximizar el alcance de sus viajes, despojándolos de los placeres sociales, para interconectar el mayor número de encuentros con el máximo volumen de participantes.
Otra novedad son los llamados “grupos descuidados” de minorías étnicas que intercambian oportunidades y eventos, que graban sus conferencias y responden cuestionarios en sesiones de Zoom, limitadas en número pero conectadas a veces con otros similares incluso en continentes distintos, una vez superadas las diferencias horarias.
Como ejemplo, señala la revista, está la iniciativa de la serie de webinars (seminarios en la red) en ecosistemas costaneros, que organizó en 2019 un profesor del Laboratorio de Oceanografía y Clima de París con especialistas de Africa, Asia y Sudamérica.
Científicos que nunca antes habían tenido la oportunidad de conversar, se conocieron entonces gracias a un software de video-conferencias y video-chats en Youtube unido a una plataforma, Slido, que permitía la intervención de un público variopinto que jamás hubiera participado en condiciones normales.
Después, cuando la pesadilla pase a la historia, habrá naturalmente el riesgo de la multiplicación de los contactos para conocer en vivo a los interlocutores que cultivamos virtualmente, y para contrarrestarlo se comienzan ya a imaginar iniciativas que fijarían parámetros en línea con los Acuerdos de París.
Así se reorientaría hacia otros objetivos los recursos que hasta ahora se dilapidaban en la dromomanía científica que el Coronavirus ha tenido, felizmente, la virtud de cercenar.
Varsovia, febrero 2021
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