Y ahora…los océanos
Insatisfechos con las toneladas de plástico que le arrojamos día tras día, la extracción abusiva que compromete seriamente las reservas pesqueras y el turismo masivo que alcanza hasta los rincones más recónditos, nos preparamos ahora a convertir los fondos oceánicos en la nueva cantera industrial del globo, con su carga adicional de contaminación y deterioro ambiental…
Greenpeace, informa el GUARDIAN londinense, ha detectado el otorgamiento por la International Seabed Authority (una agencia de la ONU) de hasta 29 licencias de exploración en un área de 1,3 millones de kilómetros cuadrados en los océanos Pacífico, Atlántico e Indico, con el lógico peligro para los ecosistemas y la lucha contra el calentamiento global.
Cuando la explotación arranque, enormes maquinarias y robots serán bajados para extraer una variedad infinita de nódulos polimetálicos compuestos de cobalto, níquel, cobre y manganeso, depositados en el lecho marino en el curso de los siglos, con la lógica depredación y, como alertan los científicos, reduciendo la capacidad de acumular el carbono por los océanos.
Y, por desgracia, todo hace temer que los lobbies de la industria prevalecerán sobre tales preocupaciones, aduciendo, paradójicamente, que los materiales ahora yacentes en las profundidades son esenciales para las baterías, vehículos eléctricos, computadoras y teléfonos que requiere la transición a una economía ecológica, menos dañina con el medio ambiente.
Un argumento que es rebatido por quienes critican el rasgo depredador de esas futuras inversiones y plantean la alternativa de una economía circular de transformación, convocando a los estados a concertarse en el plazo de un año en torno a un sólido convenio que recoja las opiniones de científicos, gobiernos, sectores ambientalistas y representantes de la industria pesquera.
Un documento que debería tomar en cuenta, también y no de manera tangencial las apetencias geopolíticas que suscitan vastísimos yacimientos como los del Atlántico Sur, en aguas internacionales que podrían, muy bien, devenir teatro de conflictos armados entre las potencias tradicionales y las nuevas que florecen en sus riberas.
Varsovia, septiembre 2019.
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