Un magnífico laboratorio natural
Aznalcóllar, pueblo ribereño del río Guadiámar en la provincia de Sevilla, quedó asociado en la memoria española a la catástrofe provocada el 25 de abril de 1998 por la ruptura de un embalse de desechos industriales que esparció cinco millones de metros cúbicos de lodos tóxicos en una extensión de cinco mil hectáreas de suelos, entonces fértiles, que devinieron espacios yermos y pestilentes.
Dos decenios después, a pesar de los intentos de regeneración, un sector de la zona afectada conserva elevadísimos niveles de acidez y metales pesados como arsénico, plomo, cobre y zinc, que, conforme un reportaje de El País madrileño, serán combatidos con el arma novedosa de un compost a base de gusanos, microrganismos y desechos orgánicos e inorgánicos para que la propia tierra se recupere en una suerte de inmunoterapia.
Es un vermicompost de residuos agrícolas y extractivos, conocido como “humus de lombriz”, que, antes que actuar de forma artificial, servirá de estímulo para recolonizar el suelo con especies vegetales y elementos como el óxido de hierro de unas minas de Granada cuando el curso de la investigación detectó que se repotenciaban elementos como el plomo y el arsénico.
Vale decir que el área siniestrada es hoy un vasto laboratorio natural para ensayar fórmulas de restauración asistida, que no es exclusivamente hispano, porque a los expertos locales se han sumado científicos de Japón, interesados en hallar solución a sus propias superficies contaminadas con herbicidas y plaguicidas asociadas al cultivo del arroz.
El profesor Francisco José Martín, líder del proyecto en que colaboran las universidades de Elche, Granada y Tokio, abriga la esperanza de anunciar la recuperación total en un plazo de tres años.
Varsovia, marzo 2020
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