En Sudamérica, dos modelos ecológicos
por Gabriel Rumor
Chile y Uruguay merecieron el reconocimiento de los participantes en la conferencia de París sobre el cambio climático por sus notables avances en la adaptación de sus economías a las energías renovables.
En Atacama, informa el GUARDIAN londinense, la planta solar Atacama 1 está siendo construida por la firma española Abengoa, a un costo de 1.1 millardo de dólares.
Sus llanuras acogen más de un kilómetro cuadrado de paneles fotovoltaicos y ratificarán a Chile como la nación líder en la especialidad, gracias a fuerza de los rayos que caen en la vastedad de sus desiertos, 30% más intensos que los registrados en Estados Unidos, España o Sudáfrica.
La estructura principal, de 200 metros de altura, está casi terminada antes de enfrentar el siguiente reto, de colocar en su cima con grúas hidráulicas un panel de acero de dos mil toneladas, capaz de calentar a una temperatura de 565 centígrados un reservorio de 50 mil toneladas de sal derretida y generar diariamente 110 megavatios y continuar moviendo las turbinas durante la noche.
El sol y la sal son chilenos y proveen un suministro permanente y seguro de recursos, independiente de importaciones, con costos marginales más reducidos que en cualquiera de las otras plantas de ABENGOA, funcionará con una cincuentena de empleados y eliminará anualmente nada menos que 840 toneladas de emisiones de CO2.
En un futuro no tan lejano, en Chile se imaginan irradiando energía al resto de Sudamérica, pero aún habrá que solucionar problemas tecnológicos y mejorar las líneas de transmisión que ahora impiden, incluso, que la electricidad de Atacama ilumine a Santiago, la capital, y, naturalmente, superar el reto que significa la colosal cordillera de los Andes. Pero la voluntad existe, y eso es lo más importante.
Por su parte, siempre según el GUARDIAN, el Ministro de Energía de Uruguay, Ramón Méndez, reveló con orgullo cómo su país logró en menos de diez años producir la casi totalidad de su electricidad y reducir contaminación, sin acudir a los subsidios gubernamentales ni aumentar las tasas impositivas.
El resultado fue que en los últimos cinco años la inversión en energía, mayormente en renovables pero también en LPG, se elevó a 7 millardos de dólares, más del 15% del PNB nacional, es decir, cinco veces el promedio del resto del Continente.
Un salto sorprendente, sin duda, cuando se recuerda que al despuntar el milenio, el pequeño país sureño dependía en un 27% del petróleo importado y del gas que llegaba desde Argentina, sustituidos ahora por una red de instalaciones eólicas, solares y de biomasa que vinieron a sumarse a las plantas hidroeléctricas ya existentes.
Muy merecida, entonces, ha sido su inclusión entre los Líderes de Energía Verde, que el ministro Méndez consolidó al anunciar el ambicioso objetivo de reducir en un 88% las emisiones contaminantes, ya en el curso del año próximo, atribuyendo el éxito a tres factores básicos: la credibilidad en una democracia estable, óptimas condiciones naturales con buenos vientos, radiación solar y grandes reservas de biomasa agrícola y sólidas empresas estatales que trabajan en armoniosa colaboración con el sector privado.
Y no hay en ello nada de milagroso, porque se basa en una clara voluntad política en considerar el asunto como un negocio, cuyos costos de construcción y mantenimiento son bajos y permiten a los inversores una ganancia segura y atractiva.
Varsovia, enero 2016.
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