El año de Pasteur
Pródigo en efemérides es el año que ahora se inicia… Juana de Arco, en el cine el gordo Hardy, Judy Garland, Ava Gardner y Leni Riefensthal, el compositor Stravinski; Virginia Wolf, Faulkner y Charles Dickens; el papa polaco; Emil Zatopek, el velocísimo olímpico checo; el filósofo Bertrand Russell, todos hubiesen conmemorado su nacimiento en alguna fecha relacionada con este 2022 que recién comienza a caminar.
Seguiremos disfrutando las comedias con que Moliere no dejó títere con gorra en el ambiente cortesano de las monarquías, hace ya cuatro siglos, y será un momento ideal en la encrucijada de la pandemia que nos acogota para recordar el bicentenario de su compatriota, el genial Louis Pasteur, que revolucionó la medicina y la sociedad de su tiempo.
Será el momento de honrar al tímido muchacho nacido el 27 de diciembre de 1822 en la provincia del Jura, en una familia de pequeños burgueses, estudiante más bien modesto, en química, sobre todo, que soñaba con devenir pintor y fue aproximándose de modo accidental a la biología y la medicina.
La urgencia de los comerciantes locales fue el estímulo para que Pasteur enfocase poco a poco sus experimentos a la solución de problemas concretos en la industria láctea, la producción azucarera y la fabricación textil.
Con tenacidad y haciendo caso omiso a sus propios achaques de salud, logró establecer una serie de conceptos y procedimientos en el campo de la bacteriología que introdujeron la asepsia en salas quirúrgicas y maternidades mientras salvaba numerosas vidas con su vacunación antirrábica.
Pasteur revolucionó el enfoque existente sobre la microbiología y por eso cae como anillo al dedo su bicentenario en estos tiempos del Covid-19, para afianzar la confianza en la ciencia contra charlatanes de diverso pelaje e intereses bastardos que entorpecen el combate contra la peste que amenaza, incluso, el futuro de nuestra civilización.
Varsovia, enero de 2022
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