Adiós a un ilustre venezolano
Fallecido hace pocas semanas a los 80 años de edad, el doctor Ignacio Rodríguez-Iturbe ha merecido un extenso y justo tributo a su “pionera carrera académica que combina el azar y la autoorganización” en el campo de la hidrología, en los PROCEEDINGS OF THE NATIONAL ACADEMY OF SCIENCES estadounidense, una de las publicaciones científicas más autorizadas del mundo, que PLANETA VITAL resume en homenaje al ilustre compatriota desaparecido.
Nacido en Maracaibo el 8 de marzo de 1942, egresó con máximos honores en 1963 de la Universidad del Zulia, donde ejercería la docencia, y luego obtuvo una Maestría en el MIT de California y un doctorado en la Universidad Estatal de Colorado y ejerció como Profesor Distinguido y Emérito de las Universidades Simón Bolívar de Caracas, Texas y Princeton en Ingeniería Civil y Ambiental, con una notable influencia en la transformación de la hidrología en una ciencia ambiental al demostrar rigurosamente cómo funciona la naturaleza a través del ciclo interno del agua.
Gracias a su carácter afable, capaz de inyectar entusiasmo entre sus discípulos y colaboradores, el doctor Rodríguez-Iturbe extendió su influencia como docente, en particular en Italia, donde viajó con frecuencia en misiones de asesoría.
Tema central de su actividad fue la teoría de los procesos estocásticos, que desarrolló en varios estudios al alimón con destacados colegas, y, al interesarse en las conexiones de la geomorfología y la hidrología, en particular la forma y función de las redes fluviales, cambió radicalmente los enfoques empíricos que los ingenieros habían utilizado durante más de un siglo en la predicción de inundaciones.
Tras dos décadas de aportes multifacéticos, a principios del milenio comenzó a estudiar la estructura probabilística de las interacciones entre el clima, el suelo y la vegetación, convirtiéndose en uno de los padres de la ecohidrología, nueva disciplina a caballo entre ecología e hidrología, y en sus últimos años estudió el control del agua en la distribución de especies, poblaciones y patógenos en los ecosistemas naturales, y en particular las redes fluviales vistas como corredores ecológicos y las redes virtuales de comercio de agua, cruciales para una distribución equitativa del vital recurso.
Fue un investigador curioso y original cuyas obras abrieron campos de investigación e incluso nuevas disciplinas, explorando los límites del conocimiento vigente en muchos dominios que contaminó con métodos y modelos extraídos de otros rumbos, sobre todo las matemáticas, la teoría de probabilidades y los procesos estocásticos.
Fue miembro de numerosas sociedades, incluyendo la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y la Academia Nacional de Ingeniería venezolana; la Academia Americana de las Artes y las Ciencias; el Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti; la Academia Pontificia de Ciencias y la Academia de Ciencias del Tercer Mundo y recibió doctorados honoríficos, de las Universidades del Zulia, Génova y Cantabria.
Se adjudicó, además, numerosos reconocimientos, como el Premio del Agua (equivalente a un Nobel de la hidrología) en Estocolmo, 2002, el Premio Internacional del Agua Príncipe Sultán Bin Abdulaziz a la creatividad en 2010, y las medallas Macelwane, Horton y Bowie de la Unión Geofísica Americana, y dos premios llevan su nombre: uno por logros científicos sobresalientes en cualquier campo de la ciencia, otorgado por la Universidad del Zulia, y otro para el mejor artículo publicado cada año en la revista internacional Ecohydrology.
Fue –concluye la prestigiosa revista– un académico visionario y exigente que creía en la jerarquía del conocimiento, la primacía del mérito y la razón, el valor de la especulación y las especificidades de los laboratorios del conocimiento moderno y, en particular, en las universidades y academias como fábricas libres de cultura y conocimiento y en la misión de los profesores centrada en la producción y difusión del conocimiento para el mejoramiento de la sociedad.
Winterthur, diciembre de 2022.
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