¿A quién pertenece la Amazonía?
por Gabriel Rumor
Tomado de un artículo de Vítor Belanciano
La subordinación de las políticas ambientales a las razones económicas en la Amazonia es un viejo tema; sólo ha cambiado el contexto.
Al frente de los destinos de Brasil está alguien que propone un liderazgo fuerte y de abierta confrontación y que, ahora más que nunca, parece ratificar que el desarrollo económico es sinónimo de explotación de los recursos naturales, mientras que el mundo, Europa sobre todo, está cada vez más consciente de que vivimos una alerta ambiental.
Un choque es lo único que puede ocurrir en semejante coyuntura.
Los incendios hicieron sonar la alarma, pero la tensión venía de atrás. Ya en junio, Bolsonaro había dicho a Merkel y Macron que la Amazonia pertenecía a Brasil y que no permitiría interferencias externas en la gestión del territorio, mientras que los líderes europeos sostienen que se trata de un asunto internacional, mostrando preocupación por los niveles de deforestación, como Alemania que suspendería el financiamiento de proyectos, junto con diversos países europeos que en estos últimos días han planteado boycots.
La Amazonía es el bosque tropical más grande del mundo y posee la mayor biodiversidad registrada en cualquier región del planeta y su importancia es gigantesca. Y, además, existen resonancias simbólicas. En la imaginación de millones de personas es el “pulmón del planeta” lo que está en juego y ante los riesgos no puede sorprender que millones de voces se dejaran escuchar en estos últimos días, en una dinámica donde fueron decisivas las redes sociales, usualmente satanizadas.
El quid es definir qué es un asunto internacional.
Existen quienes abogan porque la Amazonia sea tratada como un tema vital para la supervivencia de la Tierra, como terminan por ser, también, el petróleo, las armas nucleares, el patrimonio cultural y otras dimensiones capitales para la humanidad.
Es una proposición que encierra un fondo de verdad y no debe ser olvidada.
Si Europa quiere demostrar que el equilibrio ecológico está en jaque y es hora de proteger el medio ambiente, no basta con solicitar que Brasil ampare o reforeste la Amazonia.
Es preciso que esos países hagan en sus regiones lo mismo que están exigiendo; por ejemplo, Trump y Putin, que van a explorar por petróleo en el Polo Norte; Rusia, Canadá o el Congo, para que preserven sus selvas; al Gobierno japonés, que autoriza la caza de ballenas y el mismo Macron, a desligarse de sus centrales nucleares.
O que cuestionen modelos económicos y filosofías de crecimiento infinito y de acumulación de beneficios.
Hay que decir que los cambios en los comportamientos de nivel social, económico y político son necesarios y que la actual organización de producción y consumo constituye un obstáculo a la sostenibilidad.
De tal forma será más fácil, políticamente pero también del punto de vista moral, presionar a Brasil para que se se empeñe en buscar soluciones que tengan en cuenta el bien común, incluso a comprometerse con una política humanista vis a vis los indígenas, de la misma manera que a Europa hacia los inmigrantes.
Así sería más comprensible proclamar que la Amazonía es sin duda alguna brasilera, pero también patrimonio mundial y que su destrucción irresponsable en nombre del nacionalismo no es en forma alguna tolerable, en un mundo cada más interdependiente que solicita que la Amazonía sea gerenciada con responsabilidad planetaria.
Varsovia, Agosto de 2019
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