¡Viento en popa!
El viento impulsa cada día más, en su edición moderna, naturalmente, los molinos que antaño protagonizaron aventuras tan legendarias como el desafío de don Quijote a los que imaginaba ser gigantes de siete leguas.
Uruguay puede ufanarse de una auténtica revolución, a raíz del shock petrolero del decenio anterior, de extraer hoy de fuentes renovables la casi totalidad de su electricidad. Sin alharacas. Con la sobriedad que caracteriza a la amable Suiza sudamericana, aprovechando las ventajas naturales de las ventoleras que barren sus pampas y una considerable capacidad hidroeléctrica que permiten incluso exportar excedentes al Brasil vecino.
Importadora neta de hidrocarburos, la república oriental resintió con especial crudeza el incremento de los precios y el entonces presidente Tabaré Vásquez tuvo que buscar alternativas cuando la factura familiar se disparó, convencido de que debía apostar a otras fuentes diferentes de la nuclear.
Ahora, el ingreso per cápita de 21 mil dólares es el más alto del Continente y sólo una ínfima fracción de la población, cuya clase media reúne al 60%, vive en la pobreza, con la natural presión por mejores servicios y un nivel de vida que se satisfacen con cincuenta instalaciones eólicas y recursos hídricos, que, en lugar de afectar las fuentes de trabajo añadieron cincuenta mil nuevos empleos.
Se va en Uruguay, gradualmente, hacia la electrificación del transporte público con incentivos a los taxis y minibuses privados; mientras en los Estados Unidos, arrancaba con el nuevo año, costa fuera en Martha´s Vineyard, Massachusetts, la primera turbina eólica de 245 metros de altura del proyecto hispano-danés Vineyard Wind, aportando cinco megavatios a la red de Nueva Inglaterra.
Cinco en total estarán en funcionamiento en el semestre y, finalmente, habrá 62 que generarán suficiente electricidad para 400 mil hogares en lo que significa, desde luego, un espaldarazo al objetivo del presidente Biden de extraer del viento treinta gigavatios al final de este decenio para iluminar diez millones de viviendas, tras la instalación de doce turbinas del proyecto danés más modesto, South Fork Wind, en la costa de New York.
Al mismo tiempo, los colosos energéticos Equinor y BP cerraban un acuerdo para proveer a ese estado dos molinos costa-fuera con capacidad de 1.260 megavatios, en un desarrollo que sería aun más promisor si no planease en el futuro la amenaza de enemigos declarados de las energías renovables, como el ex presidente Trump si retomara el poder, y los poderosos lobistas de las multinacionales petroleras.
Y, finalmente, un reportaje de la CNN informa la eventualidad de que gigantescas cometas pudieran impulsar las flotas cargueras a cruzar el océano, reduciendo así hasta en una quinta parte las emisiones contaminantes que, en total, son culpables del 3% del efecto invernadero.
Hablamos de las Seawing, proyectadas por ingenieros de la compañía Airbus para la empresa francesa Airseas: estructuras de mil metros cuadrados, flotando a trescientos metros sobre la superficie del mar, auto-piloteadas mediante un software atado por un largo cable que provee un poder decuplicado por un sistema de ocho lazos desde y hacia el navío.
El procedimiento, financiado por la Unión Europea, está siendo probado a través del Atlántico y cuenta con solicitudes de Airbus y la compañía naviera japonesa K para entrar en funciones plenamente a fines del próximo año.
El alza en el precio del combustible y la presión de la conciencia ecologista serían incentivos para sumar otras empresas navieras que recuperarían el costo de instalación en un plazo de dos a cinco años en términos de ahorro energético, aunque la AIE advierte de dificultades financieras y legales que podrían afectar el optimismo del director del proyecto de tener entre manos LA solución revolucionaria para transformar la industria naviera global.
Varsovia, enero de 2024
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