Osos…y más osos…

Por: Gabriel Rumor
Última actualización el 15 abril, 2025

Doy excusas a la media docena de lectores que me siguen con benevolencia por escribir una vez más sobre los osos, asiduos protagonistas de estas crónicas, pero es que siento por él una irremediable atracción.
Tal vez desde que, siendo niño, era paseo obligado en mi ciudad aún pueblerina y amable el Museo de Ciencias Naturales, en cuya entrada se erguía una bestia colosal, negra o marrón, enhiesta y amenazante, como centinela de la institución.

Más allá, enjaulado en vidrio se mostraba un tigre prehistórico con dientes de sable, había cubículos con mariposas, escarabajos y cucarachas y la sala de honor en un rincón sombrío reproducía un oasis africano con cebras, gacelas, macacos, algún chigüire de contrabando y un par de jirafas, una de ellas con las patas suficientemente extendidas para doblarse a beber en el espejo que semejaba un charco de agua.

Pero, sin duda, era el feroz plantígrado la pieza emblemática de aquel simpático lugar, que este chaval contemplaba domingo tras domingo con una fascinación que, según ha comprobado años más tarde, es compartida por todos los pueblos del planeta, desde los albores mismos de la civilización.

Sobre todo entonces, cuando su imponente arboladura y su ferocidad -¡que lo diga Leonardo di Caprio!- debieron sembrar el pánico entre los remotos antepasados que le disputaban el territorio y, en un mecanismo defensivo, comenzaron a folklorizarlo en fiestas tradicionales y en  leyendas nacidas al calor de las cuevas, que magnificaban sus hazañas.

Aún hoy se habla en las montañas de Europa Central de una raza híbrida de seres monstruosos  resultante del apareamiento con las doncellas de la región.

Y así fue tejiéndose una relación de admiración y miedo que explica seguramente noticias como el estado de emergencia decretado en Eslovaquia para abatir 350 osos pardos  -vale decir, la cuarta parte de la población en esa república centroeuropea- tras sendosataques mortales a campesinos y el susto de una anciana que se desbarrancó huyendo de su acoso.

“No podemos vivir en un país donde la gente tenga miedo de adentrarse en los bosques y donde los seres humanos se conviertan en alimento para los osos”,sentenció el primer ministro Robert Fico al asumir tan histéricamedida contra los plantígrados, inocentes por partida doble,porque dormirían si el cambio climático del cual son absolutamente irresponsables no hubiera alterado su larga hibernación mientras los senderistas se desplazaban sin riesgo por las montañas.

Algo que, en cambio, no sucede en la España vecina, tras prohibir la caza de la especie e introducir  programas para habituar a los osos a la presencia humana y controlar sin daños a los ejemplares problemáticos, que permitieron quintuplicar la población en los Pirineos y en la cornisa cantábrica; o en el poblado de Pettorano sul Gizio, en los Apeninos italianos, recuperado literalmente por la cohabitación con la raza local, llamada marsicana.

lo 390 habitantes quedan de los cinco mil censados hace un siglo en este enclave medieval en los Abruzzos, uno de los tantos borghi que hacen el encanto de Italia, cuya plaza central exhibe la escultura tamaño natural de una osa cónsul pequeño y adorna los muros con su imagen.

El pueblecito parecía condenado, como tantos otros en la Península, después de un largo periodo de tensión por las incursiones violentas de animales que aprovechaban el vacío dejado por la migración rural de post-guerra, hasta que inspirado por Mario Cipollone, director de la ong RewildingApennines, obtuvo en 2015 la calificación de la primera comunidad italiana a vocación plantigrada.

Se erigieron cercas eléctricas en torno a un centenar de propiedades para proteger colmenas, pollos y otros animales de granja, fueron instaladas puertas y contenedores a prueba de osos y se instruyó a la población a no descuidar los alimentos a la intemperie, recoger las cosechas y tener a buen recaudo la basura hasta su recolección.

El balance ha sido la casi total reducción de los daños aunque Barbara, la mascota, se desplaza libremente con sus oseznos, y la reanimación de la economía local después que un grupo de ambientalistas decidió instalarse en el lugar; las visitas turísticas se han decuplicado, de la pizzería brota de nuevo el característico aroma  y otras 18 comunidades en el Continente secundan el ejemplo bajo el auspicio de la Unión Europea.

En fin de cuentas, el refugio que buscarían sin pestañear los infortunados bichos eslovacos para escapar de su estúpido premier…

Varsovia, abril de 2025.  

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Por: Gabriel Rumor

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