Mi socio, el elefante
La creencia aceptada comúnmente de que somos la única especie del reino animal, aparte de los bonobos, capaz de auto-domesticarse hasta desarrollar el complejo tinglado de culturas, lenguajes y herramientas que caracteriza la sociedad contemporánea, se tambalea con la aparición de un colosal competidor….!y vaya de qué calibre!
Nada menos que el elefante -cualquiera de sus tres variedades, africana de selva o sabana y asiática, provenientes de un ancestro común- conforme a un trabajo publicado en los Proceedings de la Academia de Ciencias estadounidense, que abriría perspectivas sorprendentes en el estudio de nuestras similitudes con otras especies más allá de los primates,
En nuestro caso es moneda corriente la llamada HSD Hypothesis (sus siglas en inglés) de un camino evolutivo de domesticación auto-inducida que redujo la agresividad, haciéndonos más cooperativos, y ahora se evidencia en los paquidermos la presencia genética de factores propios de dicho proceso, como una etapa juvenil más prolongada, mayor inclinación al juego, una conducta vocal compleja y niveles de cortisol socialmente regulados.
La hipótesis se basa en el hecho de que los humanos exhibimos muchas de las características biológicas y conductuales propias de la domesticación de otros mamíferos – perros, cerdos y ovejas- como cráneos y cerebros más pequeños, rasgos faciales infantiles, menos pilosidad y sobre todo actitudes menos agresivas, y que la evolución en el Paleolítico intermedio y tardío se caracterizó por presiones selectivas en busca de partners menos agresivos en sus relaciones sexuales y sociales.
El resultado fueron individuos más socializantes y dispuestos a interactuar con su propio grupo y con extraños, propiciando así más contactos y estructuras colectivas de aprendizaje y experimentación, sobre todo mediante el juego, que eventualmente estimularon la evolución cultural de rasgos humanos típicos y capacidades lingüísticas más elaboradas.Un proceso antiquísimo que se remonta a la era de los mamuts.
En definitiva, lo que plantean los profesores Ramiv, Jacobson, Plotnik y Benítez-Burraco es la posibilidad de que estos majestuosos animales prestos a consolar el dolor de una compañera, asistir al enfermo o en apuros y rendir tributo a sus muertos, no precisaran de la influencia humana para evolucionar en su comportamiento en el curso de cien mil años.
Y es que su imponente estatura les brindó la relativa seguridad para desarrollar rasgos de sociabilidad que nos hacen tan cercanos, propiciando la curiosa experiencia que reseñó PLANETA VITAL hace algún tiempo en una docena de países africanos donde los granjeros aprovechan su miedo cerval a las abejas para instalar colmenas a lo largo de alambradas para mantener las cosechas a cobijo de sus devastadoras incursiones y a los propios animales de los cazadores furtivos.
Varsovia, julio de 2023
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