El guardian de los álamos
En los confines de China con los Himalayas, la silueta de Ali Niaz se ha hecho familiar, mientras supervisa, en una canoa de madera, a pie, cabalgando un robusto potro mongol o al mando de una motocicleta vetusta, la buena salud de los bosques -¡sus bosques!- en la provincia de Yuli, de la región autónoma de Xinjiang Uygur.
Son doce millones de hectáreas de álamos, en la frontera norte del desierto de Taklimakan, enmarcadas por las montañas Kunlun, el Pamir, el Tian Shan (antiguo monte Imeon) y el desierto de Gobi, que el guardian forestal de 46 años vigila con sus auxiliares en el curso del río Tarim.
Según informa el semanario China Daily, Ali salió del bachillerato en 1993 con el propósito bien claro de hacerse guardian forestal y colaborar al bienestar de su tierra natal, y así ha hecho desde entonces en una tarea que demanda mucha voluntad y resistencia, porque se trata de un área vastísima con una topografía muy compleja que alterna dunas, zonas áridas y lagos que imprimen a la población vegetal una personalidad compleja, difícil de asimilar.
Los habitantes lo han bautizado el “guardian anfibio multifacético” al habituarse a su actividad, con los medios de transporte más variados, según la naturaleza del terreno, desafiando un clima que en verano rebasa los 40 grados y cae a menos 20 durante el largo invierno condicionado por el frente siberiano.
Y, sin embargo, haciendo caso omiso a los mosquitos, las insolaciones, accidentes eventuales y vientos huracanados, Ali Naiz sigue, impertérrito su labor conservacionista, lejos de su familia; solo en la infinitud del desierto.
Ali admite que es una misión realmente dura, pero le satisface conocer el valor de cada álamo. “Yo los cuido y ellos cuidan mi hogar”, afirma con orgullo, sabedor de que aquel rincón del planeta en la cuenca del Tarim alberga la mas vasta reserva mundial de esa variedad de árboles a los cuales protege, incluso, acarreando agua para aliviarles la sed en los momentos más extremos del estío
Varsovia octubre 2019
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