Dos tazas de Trumpismo
Insatisfechos con el consomé Trump para el ambiente, todo apunta a que recibiremos dos tazas con los rasgos negativos que signaron su primera presidencia.
Nada nuevo bajo el sol en los primeros movimientos diplomáticos de la nueva Administración, que como todas sus predecesoras premia con embajadas y consulados y organismos internacionales a los contribuyentes de la campaña electoral, al margen de cualquier conocimiento de asuntos mundiales.
Y en cuanto a los puestos claves de la agenda ambientalista, sólo ratifica la tendencia del paso previo por la Casa Blanca de quien ignora olímpicamente la coyuntura que mantiene en ascuas al planeta y compromete su porvenir.
Igual que hace seis años, el presidente ha optado por seleccionar para su Gabinete a fervientes partidarios de los combustibles fósiles, bajo la simplista consigna de ¡perforar, perforar y perforar!, incluso en reservas naturales que hasta ahora se habían salvado de las apetencias de las grandes transnacionales.
A personalidades como Lee Zeldin, administrador de la Agencia de Protección Ambiental; Chris Wright como Secretario de Energía y Doug Burgum, Secretario del Interior, pilares del llamado Proyecto 2025, equivalente a un manifiesto ultraconservador que aboga por eliminar todo género de restricciones protectoras del medio ambiente.
Wright, por ejemplo, es el jefe ejecutivo de Liberty Energy, una petrolera con sede en Colorado, que califica de pamplinas los alertas sobre los riesgos de las energías fósiles y respalda el fracking catalítico para explotar al máximo las reservas gasíferas, utilizando el excedente como elemento de presión en las relaciones internacionales, en particular con sus aliados al otro lado del Atlántico.
En síntesis, una panacea que según el presidente yugularía la inflación, vencería la carrera armamentista con China y acabaría con todas las guerras que ahora nos mortifican.
Las credenciales de Lee Zeldin incluyen su rechazo al Acuerdo de París de 2018, que los Estados Unidos aceptaron durante el tiempo del presidente Joe Biden y del cual deberían retirarse cuando Trump II recupere las riendas del poder, con el apoyo de Marco Rubio, Secretario de Estado, que cuestiona el alarmismo de los ecologistas y del señor Pete Hesgeth, prevenido al bate en Defensa, que descalifica como religiosa la preocupación por el cambio climático, y el ex congresista Sean Duffy, candidato a la cartera de Transporte, que desde hace tres décadas proclama en los shows televisivos la absoluta inocencia del CO2 en la deriva catastrófica.
Una voz algo discordante sería Doug Burgum, eventual Secretario del Interior que como Gobernador de North Dakota ha fijado niveles tendientes a cortar las emisiones contaminantes pero que tiene intereses directos en la explotación de vastas superficies y, de acceder al cargo, controlaría la quinta parte del territorio nacional estadounidense.
Son nubarrones ominosos para el combate ambientalista, que, por suerte, provocan ya reacciones como el Conservative Climate Caucus, de las propias filas republicanas, que sin enfrentar directamente la doctrina oficial, propone un enfoque más técnico y menos ideologizado que desarrolle fuentes alternativas como el hidrógeno verde, menos contaminante.
Bajo un liderazgo tan peculiar, la interacción entre representantes de grupos con objetivos tan variados y contradictorios, no cesará de plantear conflictos de intereses y la conveniencia, como si se tratase de alguna republiqueta caribeña, de proveerse de alpargatas para el joropo anunciado.
Varsovia, diciembre de 2024.
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