Venecia condena la obesidad
Venecia ha sido escenario del Trigésimo primer congreso europeo sobre obesidad.
Muy apropiadamente, por la sobrecarga humana que implica la invasión anual de 25 millones de turistas y mantiene en jaque a las autoridades locales. Y porque es discutible que algún rincón del globo puede competir con la mítica villa de los canales al momento de organizar cualquier evento.
De lo que sea, con tal de permitir el disfrute de viajeros como los centenares de delegados obligados a justificar su sacrificio con una Declaración que hace un llamado a políticos, organizaciones de salud, instituciones científica y corporaciones industriales para encarar la obesidad como una enfermedad crónica, causada por factores genéticos, conductuales, ambientales y sociales mediante sistemas de salud equitativos y sustentables.
Para meter en cintura, literalmente, al millardo de obesos que en el mundo existen y enfrentar un problema que se expande ahora a ritmo de tsunami entre niños y adolescentes que devoran chucherías sin darse cuenta, hipnotizados por sus teléfonos móviles, según datos de la Organización Mundial de la Salud recogidos por la revista LANCET.
Con el agravante de que las redondeces no son expresión de bienestar sino de mala nutrición, por cambios culturales y dietéticos en gran parte de los 190 países donde se realizó el estudio, con tres islas del Pacífico –Tonga, Samoa Americana y Nauru- a la cabeza y estados de Africa y el Medio Oriente que se acostumbraba asociar con las esculturas de Giacometti.
En Europa, el discutible Palmarés femenino recayó en Turquía y el masculino en los rumanos, en tanto que los franceses conservaban el glamour de sus siluetas y, en general, las tasas adiposas cuadruplicaron las de los infelices estadounidenses, víctimas de la comida chatarra más infame.
El Congreso veneciano puso el énfasis en la urgencia de apoyar las iniciativas de los ciudadanos conscientes del problema y decididos a combatirlo pero inermes ante un matraqueo publicitario capaz de doblegar la voluntad más firme, apoyado desde fecha más reciente con el señuelo de pastillas y potinges que nos permitirían conservar un perfil de sílfide, arrellanados ante el televisor y sin necesidad de cerrar el pico.
Hace ya doce años, según una encuesta de la Universidad de Londres, le sobraban al planeta 15 millones de toneladas de peso, la obesidad era considerada una epidemia y el quinto factor de mortalidad en el mundo, la lucha contra la gordura se estimaba crucial para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ecológica al horizonte del año 2050 y se planteaba la necesidad de una estrategia para erradicar la pobreza y de un estilo de vida menos sedentario.
Desde entonces, a juzgar por el texto más bien anodino aprobado en Venecia, el tema no retrocede y ni siquiera se estabiliza aunque es número fijo en todas las Cumbres ecológicas y continúa marchando, a mandíbula batiente, en una sociedad consumista a la que se recomienda una mayor ingesta de insectos, ricos en proteínas y de bajo contenido calórico.
Varsovia, mayo de 2024.
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