Una ciudad flotante en su futuro
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, corresponsal internacional
Desde luego que ni usted ni yo, humilde lector, viviremos en esas revolucionarias construcciones, las ciudades flotantes que estarán al alcance sólo de supermillonarios capaces de afrontar su costo estratosférico para escapar del aburrimiento de sus yates de ensueño; ávidos de la seguridad que ya no pueden garantizar sus bunkers en las grandes capitales del planeta.
El Independent británico recoge con profusión de ilustraciones la nueva isla en alta mar, que un consorcio holandés propone a un costo promedio de 150 millones de dólares, a 225 residentes permanentes y 50 huéspedes de un jet-set internacional anheloso de escapar de las restricciones burocráticas y de esquemas impositivos que consideran escandalosos y decidirán, en libre asamblea, la manera que estimen más idónea para la gestión colectiva.
Los proyectistas han concebido una imbricación de cuadrados vacíos y plataformas pentagonales que permiten a las ciudades crecer orgánicamente, o ser desmanteladas y llevadas a otro sitio si, por mala suerte, surge en el firmamento algún mesías con ideas redentoras.
El estudio de factibilidad estima que los primeros residentes –empresarios y experimentadores sociales- se alimentarán a base de pesquerías anexas, vivirán en apartamentos de 70 metros cuadrados con terrazas abiertas sobre el mar, movidos con energía solar y recogiendo de la lluvia el agua que necesitan para el diario consumo y, con una conexión por helicóptero en caso de alguna emergencia médica o, simplemente, cuando el aburrimiento sugiera la conveniencia de un weekend en la costa más cercana.
Promotora del proyecto es el Seasteading Institute, una ONG establecida por el millonario Peter Thiel, fundador de PayPal, y un compañero, con el fin de “garantizar libertad política y posibilitar la experimentación con sistemas sociales alternativos”, según el esquema de Sealand, que Roy Bates, un oficial británico retirado, inauguró en 1967, como un principado soberano en las costas de Suffolk, en una plataforma petrolera abandonada.
Después siguieron otras tentativas que chocaron con tremendos inconvenientes legales, técnicos y políticos, hasta que, hace pocos meses (como reportó PLANETA VITAL) el grupo Blueseed logró anclar un barco fuera de las costas de California para alojar ejecutivos al margen de las rígidas leyes inmigratorias de los Estados Unidos.
Ahora, según el Independent, el primer refugio marino, ubicado por razones de seguridad en una bahía cerrada, comenzará a instalarse este año en las aguas territoriales hondureñas del Golfo de Fonseca, uno de los cinco países que mostraron simpatía por el proyecto, y los residentes pioneros se mudaría a finales de esta década.
De ser cierto, se pondría a prueba entonces la utopía de una comunidad en máxima armonía, como laboratorio de tecnologías y formas de gobierno innovadoras, cuya moneda pudieran ser los famosos bitcoins que compiten ya en los mercados con las monedas tradicionales, capaz de seducir a las personalidades más ingeniosas que darían rienda suelta a las experiencias más insólitas.
Varsovia, enero 2014.
Leave a Comment