Una caca providencial. Ballenas geoingenieros del océano
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, corresponsal internacional
En las copiosas deyecciones de las ballenas podría estar el antídoto contra los efectos del cambio climático, afirma un fascinante informe de la Universidad de Vermont que el Guardian londinense destaca como la consecuencia beneficiosa, y sobre todo providencial, de las acciones que grupos ecologistas emprendieron hace medio siglo para impedir la extinción de los cetáceos.
La población global de la especie ha venido recuperándose a partir de 1983 gracias a las restricciones impuestas a su cacería, con el lógico resultado de un incremento del excelente abono que sus excrementos significan para el fitoplanton y, por carambola, en el florecimiento de la fauna marina
Vale decir que, en contraste con el fenómeno harto común de líderes políticos que revierten el milagro del rey Midas, los majestuosos animales enriquecen con su caca el lecho de los océanos, aumentando su capacidad de absorción del carbono que arrojamos a la atmósfera, y estimulan la expansión de las reservas piscícolas que también enfrentan severos riesgos por la depredación.
Por su parte, Lavery, un biólogo marino de la Flinders University of South Australia, y sus colegas explicaron cómo funciona el proceso.
Comienza cuando los cachalotes se alimentan de calamares y peces, sus presas favoritas en las profundidades del océano. Las ballenas a continuación, vuelven a la superficie del agua para hacer sus necesidades.
«Lo hacen porque ellos cierran sus funciones biológicas no cruciales cuando se sumergen», dijo Lavery. «Así que sólo defecan cuando llegan a la superficie para descansar».
Sus residuos salen como una nube gigante de líquido rojo, que es el color del fitoplancton (con excepción de los picos de calamar no digeridos), como una lluvia de más de un minuto, aportando una «reserva de semillas» a las plantas acuáticas que «estan en espera de nutrientes para que puedan usarlos para crecer y reproducirse». La caca de ballenas proporciona estos nutrientes, que funcionan como un fertilizante natural.
Su efecto positivo se extiende aún más allá de la muerte, por la variedad de especies que deben la existencia a la descomposición de sus gigantescas carcazas y, ya en un tono incluso más filosófico, entraña un llamado a la humildad para la especie humana, habituada a imaginar la evolución del planeta como de su exclusiva incumbencia.
Porque más que el hombre, indica el Guardian, probablemente sean las ballenas los geoingenieros por excelencia de la naturaleza y de nuestra misma supervivencia, generosas, ignorantes como son de las matanzas que el pasado siglo eliminaron, sólo de la variedad azul, más de 300 mil de esos ejemplares, grandes eliminadores del CO2 y, con ellos, 30 millones de toneladas de biomasa.
En síntesis, los diez científicos de Vermont concluyen destacando los beneficios de un océano pletórico de los colosales nietos de Moby Dick – de lo que dan fe los pescadores de las Azores, en Australia y el Mar de Irlanda- no sólo para la novedosa rama turística de la observación animal, sino como generosos reguladores del clima planetario, indiferentes a las miserias que nuestra inhumana civilización les infligió en el curso de la historia.
Varsovia julio 2014.
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