UN COLOSAL BLOQUE DE INMUNDICIAS
A Londres le ha surgido un nuevo Monstruo de Whitechapel, si bien menos sanguinario que el destripador victoriano.
por Gabriel Rumor
Es un colosal bloque de inmundicias, petrificado en sus cloacas en el curso de muchas décadas, una sección del cual se exhibe ahora en el Museo de la capital británica como un monumento a la suciedad de la sociedad contemporánea.
Fatberg es el término que ingresó en el diccionario Oxford hace tres años para significar las masas sólidas de aceite, grasa, pañales, toallas sanitarias, papel higiénico, condones y un largo etcétera de porquerías halladas en los barrios de Chelsea y Kingston junto al Támesis, pero fue la espectacular magnitud de la descubierta en Whitechapel que colocó el fenómeno, definitivamente, en la atención popular.
Más larga que el Puente de Londres, dos veces más grande que el Stadium de Wembley y con el peso de once autobuses de dos niveles, obtuvo sin rivales el premio internacional de su categoría y atrajo equipos televisivos del mundo entero que, con un pañuelo en las narices, asistieron a las labores de remoción realizadas por unidades sanitarias que más parecían viajeros espaciales.
Según el Guardian, la conmoción del hallazgo ha inducido al Museo de Londres a incluir una muestra en su serie de exhibiciones sobre las ciudades modernas, junto a valiosos objetos recogidos en las cloacas romanas, para concientizar en cierta forma a la ciudadanía de la necesidad de reforzar el cuidado al disponer de sus desechos domésticos.
El Monstruo se ha transformado en un bloque de concreto, inmune a la presión de los detergentes, que obliga a atacarlo con métodos mecánicos más contundentes que deben preservar la integridad de las instalaciones; y como las entrañas londinenses abarcan miles de kilómetros y el de Whitechapel es apenas uno de los tantos que brotan sin cesar, la municipalidad se ha visto forzada a crear grupos de limpieza que trabajan sin interrupción.
Es una labor devenida en muchos casos una ocupación familiar, incluso durante tres generaciones, aunque con dificultades crecientes que suponen retos tecnológicos para evitar, por ejemplo, el peligro de las inyectadoras contaminadas o enjambres de moscas encapsuladas que, al liberarse, plantean serios problemas de salud.
Y, como la última vez que las instalaciones fueron revisadas fue durante la Gran Hediondez de 1858, a raíz de epidemias de cólera y tifoidea que forzaron a los miembros del Parlamento a cubrirse con pañuelos durante sus debates, no hay suficiente experticia reunida para orientar ahora a las autoridades y se extraña el liderazgo de alguien como Joseph Bazalgette, el eficaz director de obras municipales, que logró entonces controlar la situación tras un combate de dieciséis años.
Su sistema previó la explosión demográfica de la capital y sus enormes cavernas y ríos canalizados fueron diseñados para discurrir como agua en un 98%, que los habitantes utilizaron, desde el propio comienzo, para disponer de sus basuras; pero no había entonces la vasta población actual, que ha generado la constipación crónica de la red subterránea, con motocicletas, monedas, teléfonos, joyería…e incluso una granada lista para estallar; sin olvidar el cambio dietético introducido por las comidas rápidas y más grasientas.
Con el Monstruo de Whitechapel, continúa el matutino, las autoridades han tratado de poner buena cara, filtrando las grasas y transformándolas en biofuel suficiente para los autobuses durante todo el año, sólo que a un precio muy elevado que ha inducido a buscar la recuperación antes de que las substancias ingresen a los canales.
Caracas, marzo 2018.
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