Tigres y elefantes urbanizados
Dos especies !y vaya de qué envergadura! vienen a engrosar la lista de animales urbanizados al contacto con la civilización que PLANETA VITAL presentó en septiembre de 2018.
El tigre y el elefante se han sumado a las abejas, que se aficionan a los pesticidas con similar entusiasmo que los fumadores a la nicotina; a los periquitos que llegaron a Europa de Africa y la India y prosperaron gracias a las semillas del castaño importado de Grecia y los estorninos introducidos en los Estados Unidos por un industrial a finales del siglo XIX que se quintuplicaron en el Central Park de New York; a las palomas europeas que en las calles de Malasia picotean flores de las cayenas traídas de China y las ardillas llevadas a Perth, Australia, gorditas con los dátiles de Africa y otras palmeras exóticas.
Consecuencia, en fin, del urbanismo y la globalización que trenzan redes al azar, vinculando a las especies en las formas más insólitas.
Como los cuervos japoneses que emplean los neumáticos como cascanueces; los herrerillos que aprendieron en Gran Bretaña a picotear las tapas metálicas de las botellas de leche a la puerta de los hogares, o las arañas vienesas que, contra la nocturnidad de su especie, prefieren tejer sus redes en las secciones de los puentes con iluminación fluorescente.
Sin olvidar a los gorriones mexicanos que acolchan sus nidos con colillas de cigarrillos que actúan como estupendo repelente de moscas, ácaros y piojos; las golondrinas norteamericanas que colonizaron los puentes de las autopistas en los años 80 al reducir en dos milímetros la envergadura de sus alas para maniobrar con menos peligro en el tráfico automotor, y el mirlo europeo que aprendió a cantar de noche para vencer el ruido cotidiano.
Ahora, según ha revelado un estudio de la Universidad de Amsterdam, los tigres siberianos que a su pesar mantienen antagonismo con los humanos invasores, son, como nosotros, extrovertidos o introvertidos.
De esos gatos, los más imponentes del planeta, sobreviven apenas quinientos, hasta de tres metros de largo y más de 200 kilos, que viven hasta 14 años en la jungla y 35 años en cautividad.
Sensibles a los riesgos en un hábitat tan hostil, son vigilantes, cautelosos y audaces por necesidad, según lo habían mostrado estudios empíricos y lo certifica ahora la investigación holandesa, que concluye subrayando la complejidad del manejo de los recursos naturales entre el hombre y un animal tan competitivo como él, con temperamentos asociados tan estrechamente a la ecología.
Y en cuanto a los elefantes, un papel publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos los califica de amables gigantes del reino animal por su disposición a consolar y arrimar una trompada cariñosa a sus congéneres en aprietos; capaces de honrar a sus difuntos y de reconocerse en un espejo, como resultado de una íntima domesticación a lo largo de un milenario proceso de selección natural, como sólo podemos hacer los humanos y los bonobos.
Los genomas de sus tres variedades – africanas de selva y sabana y asiática- evolucionan rápidamente, muestran bajos niveles de agresividad y violencia, exhiben una sociabilidad incremental y sus niveles de cortisol se elevan ante dificultades como las masacres colectivas a manos de cazadores furtivos; en total, 19 rasgos cognoscitivos, conductuales y fisiológicos que los emparentan con nosotros y los bonobos (primos cercanos de los chimpancés); tal vez, según especulan algunos especialistas, porque su imponente arboladura los ha hecho relativamente invulnerables a las acechanzas de la jungla y sentirse con suficiente seguridad.
Varsovia, abril de 2023.
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