Theo Jansen y sus bestias cinéticas
“No intenté imitar animales. Quería hacer algo nuevo. Más tarde descubrí que los verdaderos animales utilizaban los mismos principios que yo”. La frase fue pronunciada por el artista holandés Theo Jansen (1948) en una charla sobredesarrollo tecnológico, frente a un grupo de especialistas que desde sus butacas no perdían detalle. Se podría trazar un paralelismo con las célebres palabras de Oscar Wilde: “El arte no imita a la naturaleza. La naturaleza imita al arte”. El concepto es casi el mismo, una obra de arte tiene la capacidad de modificar y crear puntos de vista, incluso en aquellos planos donde todo parece tan claro, tan indiscutible.
Jansen es el máximo escultor cinético de la actualidad. Su serie Strandbeest (bestias de la playa), una colección de animales construidos con tubos de pvc que se mueven con el empuje del viento, es una maravilla contemporánea. El impacto que generó en el ambiente artístico fue tan fuerte que se lo ha comparado con Leonardo da Vinci. Lógicamente, salvando tiempo, espacio y recursos. El gran hallazgo es que, además de haber desarrollado un sistema notable para generar movimiento autónomo, desde la propuesta estética también es impecable. Es casi una ley: cuando se encuentran un concepto complejo con una resolución estética exacta, el resultado no es otra cosa que una obra maestra.
La intención de este artista fue desarrollar, desde la ingeniería, animales que puedan tener vida propia, independientes en sus movimientos, en su alimentación energética y en su cuidado estructural. El experimento comenzó en 1990. Los primeros ejemplares eran inestables, apenas podían sostenerse parados. Lentamente, Jansen fue evolucionando en sus diseños hasta que implementó el pvc, material que le permitió dar el salto que necesitaba, es resistente a las inclemencias meteorológicas, fácil de moldear y económicamente accesible. Al igual que en muchos capítulos de la historia de la ciencia, el cambio en los materiales tuvo que ver con una casualidad (académicamente llamadas serendipias). “Tuve una visión sobre el principio del movimiento de los pies. Entonces, utilizando pvc construí un modelo con el ordenador, intentando calcular la mejor manera de crear una metodología para caminar. Así comenzó todo”, explica.
Su intención es crear una nueva naturaleza, una comunidad que viva en las playas de Holanda, en un sector específico de la costa. Jansen continúa la discusión contemporánea sobre la vida y la muerte, más específicamente sobre la capacidad que tiene la tecnología de crear vida. Dar un paso más allá de la mera representación. El proceso de construcción de los animales es muy exigente. El primer paso es encontrar el equilibrio estructural y visual en el ordenador. Después lleva los planos a su taller de Ypenburg (La Haya) donde comienza a fabricar los prototipos, allí evalúa cuáles tienen los mejores rendimientos y analiza posibles mejoras; arma, desarma y arriesga modificaciones hasta que el animal puede valerse por sí mismo. Recién en ese momento va a la playa y los pone a prueba, por lo general elige días ventosos para corroborar que la resistencia es la adecuada.
Cada uno de los dispositivos tiene lo que Jansen denomina un “cerebro”, que es ni más ni menos que un mecanismo que les permite detectar dónde está el agua y cuándo es necesario desplegar defensas contra el viento. En base a un sofisticado sistema realizado con botellas de limonada, los Strandbeest perciben la amenaza del viento, entonces clavan una cuña en la arena para que no se vuelquen en la arena. Igualmente funciona con el agua, ni bien sienten que se mojan los materiales dan un giro y siguen caminando en el sentido inverso para escapar de posibles daños. Jansen explica que fue necesario dotar a los animales de estas capacidades porque el agua y el viento son los principales y únicos agentes capaces de destruirlos. Para lograr este sistema, el primer paso fue estudiar el comportamiento muscular de los mamíferos, cómo se contraen y se dilatan los músculos y qué capacidades de adaptación tienen. Básicamente copió el funcionamiento, pero intentando ser los más sintético posible. Con piezas plásticas recreó los músculos necesarios y las células nerviosas que los controlan.
La serie de Strandbeest incluye distntias especies que fueron bautizadas con nombres científicos, de acuerdo a su forma y su tamaño, por ejemplo, el Rhinoceros Transport, el Geneticus Ondula y el Currens Ventosa, entre otros. Actualmente, el artista está en plena etapa de desarrollo de nuevos animales, que ya están bocetadas en digital pero todavía no llegaron a la etapa de taller.
Para el artista, los materiales utilizados en la creación de la vida en el planeta son restrictivos. Sólo se usaron proteínas: la materia prima de la piel, los ojos, los pulmones. La proteína es un material multiuso. Igual que los tubos. Son flexibles, pero suficientemente rígidos si se usan en estructuras triangulares. Se puede hacer circular pistones a través de los tubos o almacenar aire dentro de ellos. En base a esas posibilidades, pensó un nuevo sistema de vida.
“Si encargásemos a los ingenieros de un centro tecnológico la construcción de un aparato que se moviese por sí mismo a lo largo de una playa harían un robot de acero inoxidable provisto de cámaras y células sensibles. Así trabajan, igual que una autopista. Te llevan donde quieres ir rápidamente y todo el mundo circula en la misma dirección. En el método del artista la dirección no está decidida. Incluso es posible que nunca llegues al destino, en el estricto sentido de la palabra, pero seguramente llegarás a lugares donde nadie había estado jamás”, explica Jansen.
Fuente: http://tecniarts.com/theo-jansen-arte-cinetico/
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