SUIZA COMBATE EL DERROCHE ALIMENTICIO
Suiza se pregunta cómo reducir la enorme masa de comida –alrededor de un tercio de la producción nacional y mundial- que vale millones de francos y termina en el pudridero.
Son 2.3 millones de toneladas de alimentos, cada año – alrededor de trescientos kilos por persona- que van a los basureros de la Confederación, informa el matutino económico BILAN: un 61% generadas por las viviendas y la agricultura, 22% por la industria, 13% por el sector de la restauración y 4% por grandes cadenas distribuidoras como Migros, Lidl, Aldi y Denner.
En resumen, entre el campo y la mesa se pierden a veces más de la mitad de la cosecha y alimentos que no llenan los criterios de calidad del comercio y la industria o que se deterioran en las alacenas de los consumidores.
Según el diario, un estudio realizado en 2015 por AGROSCOPE y la Escuela Politécnica Federal de Zurich reveló que el 53% de las manzanas se perdía antes de ser consumida, con lógicas consecuencias financieras, ambientales e incluso morales.
El sector de la restauración, que incluye los comedores escolares y laborales, los restaurantes y hoteles y los establecimientos médicos, genera la descomunal cantidad de 290 mil toneladas de desechos, es decir 124 gramos en promedio por comida, y se gastan casi 20 millones de francos en metanización y compostage, a los que deben sumarse el costo de las mercancías, estimado en 5.50 francos por kilo.
Vale decir que, año tras año, se vuelve humo un millardo de francos
¿Qué hacer, entonces?
Tres ex alumnos de la Escuela Hotelera de Lausanne han lanzado KITRO, una solución informática destinada principalmente a restaurantes y hoteles, que mide los desechos que terminan en los basureros de las cocinas; mientras que se adoptan iniciativas como la danesa Too Good To go (TGTG), para poner en contacto a clientes y comerciantes, que proponen sus productos fríos a precios reducidos, o, basado en el mismo concepto, el Sav´Eat de dos muchachos ginebrinos, que permite a supermercados y panaderías liberarse de lo sobrante al final de la jornada.
Así mismo, la marca de jugos frutales Opaline únicamente adquiere a los productores del cantón de Valais, frutos que por no corresponder a los patrones estéticos son desechados regularmente, y la Costa Croisiéres, sucursal suiza de la cadena Costa, hizo público un programa para reducir a la mitad el despilfarro en sus navíos al horizonte de 2020.
Así mismo, desde hace diez años, la Unión Hortícola de Ginebra expone a precios muy inferiores los productos excedentes o que por su talla o forma no calzan en sus cánones, de modo que prácticamente nada es desechado, pues una porción se destina a redes caritativas como Table Suisse o Partage o son revalorizados como alimento para animales y producción de biogás.
Pero, al final del día, los jefes del sector agroalimentario coinciden en que gran parte de los desechos podría evitarse; a comenzar por los consumidores, que deberían revisar sus conductas adquisitivas y comprar sólo las cantidades que de verdad necesitan, y, en lo que toca a los distribuidores, habría que imaginar nuevos modelos de venta y embalages.
En general, productores y comerciantes deberían optimizar sus prácticas, cambiando, por ejemplo, los métodos de cultivo para disminuir el empleo de pesticidas, mientras que los restaurantes podrían reducir sus raciones y servir lo que, humanamente, es digerible para sus parroquianos, sin olvidar los “doggy bags” para llevarse consigo lo restante.
En definitiva, antes que las imposiciones por vía legal como la que fracasó recientemente en el cantón de Soleure, quizás pueda ganarse el combate contra el despilfarro mediante el esfuerzo conjunto de productores, distribuidores y consumidores de la Confederación Helvética.
Caracas, abril 2018.
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