Reforestar o no reforestar
Precisamente cuando China anuncia los primeros logros en el proyecto iniciado en 2016 por la Universidad Chongqing Jiaotong para convertir sus desiertos en tierras cultivables, se escuchan comentarios desfavorables al concepto de reforestación que va imponiéndose en el coloso asiático y el resto del mundo.
Un contratiempo relativamente inoportuno para ese país gigantesco cuyo territorio, sin embargo, es apto apenas en un 12% para la explotación agrícola indispensable para abastecer a sus 1.400 millardos de habitantes y comenzó en 2016 a manipular mecánicamente 260 hectáreas en la región de Ulan Buh, para cambiar con un hidrogel las propiedades de la arena y producir cosechas de pimientos, sandías, maíz, arroz, rábanos y patatas.
Después expandió la prueba a 650 hectáreas en los desiertos de Mongolia Interior, Taklimakan y Zoige y en seguida a 1.300 hectáreas en el Sahara, el Tibet y playas en las islas de Xisha y Xiamen, con un reverdecimiento que pasó del 5% al 13.5%, a base de una tecnología que, según El Confidencial, se basa en una pasta de celulosa vegetal que puede mejorar en gran medida la capacidad de las arenas del desierto para retener agua, minerales, aire, microbios y nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas.
Es un éxito que despierta alegría, desde luego, a pesar de las advertencias de que significaría el fin de flora y fauna amañados a tan árido habitat desde la noche de los tiempos y la formación de minerales como el potasio, el yeso o el nitrato de importancia industrial.
Y es que tratándose de vastísimos espacios que ahora no prestan utilidad alguna, podría ignorarse el alerta de la ONG OXFAM de que una reforestación masiva comprometería la seguridad alimenticia global porque la siembra de nuevos bosques sólo podría hacerse a expensas de terrenos necesarios para la producción.
Y, por eso, OXFAM sugiere sustituir el recurso exclusivo de la reforestación – de un territorio de 1.6 millardos de hectáreas, cinco veces el tamaño de la India, equivalente al total que hoy se faena en el planeta- por una gerencia eficaz de los bosques que permitiría combinar el espacio para la producción y la reducción del nivel de carbono.
Como es el caso de Suiza –informa el GUARDIAN– que planea anular alrededor del 12.5% de sus emisiones mediante carbo-créditos para proyectos en países tan distantes como Ghana y Perú, pero que exigiría de cuatro compañías líderes en energía –Shell, Eni, BP y TotalEnergies- un área dos veces el tamaño del Reino Unido.
Por eso un alto dirigente de OXFAM GB les exige reducir drásticamente las emisiones antes de utilizar el expediente suizo como una cortina de humo para continuar las actividades contaminadoras que conducen a la catástrofe climática con sus secuelas de devastación y hambruna.
Es difícil, no obstante, que China se resigne a moderar y, peor aún, interrumpir programas como la llamada Gran Muralla Verde instaurada en la fecha ya remota de 1978, para frenar el avance del desierto de Gobi que devora anualmente una superficie de 3.600 kilómetros cuadrados y genera tempestades de arena que afectan además al Japón y las dos Coreas vecinas.
Varsovia, Septiembre 2021
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