PUEBLITO CALABRÉS SALVADO POR INTERNET
por Gabriel Rumor
Mario Caligiuri, alcalde, es el héroe de la aventura que salvó de desaparición a Soveria Mannelli al gestionar, en los albores del milenio, la conexión a Internet de los tres mil habitantes de un pueblito otrora dinámico en las montañas de Calabria que fue arrinconado al construirse una autopista que conectó a Nápoles con el sur de Italia, bordeando el litoral.
El New York Times refiere que Caligiuri, como muchos de sus vecinos, rehusó entonces abandonar su querencia y planteó a las autoridades romanas un plan de adaptación tecnológica que ha permitido a Soveria Mannelli devenir ejemplo innovador en el sur subdesarrollado de Italia, con una pequeña pero pujante casa editorial, una fábrica de mobiliario escolar y un antiguo telar, en manos de familias que en los últimos veinte años conservaron sus raíces adaptándose a la era digital.
Un caso interesante, desde luego, pero difícil de emular, porque tendría que repetirse la inusual concentración de talento del pueblito calabrés donde más de 80 familias estaban ya conectadas a la Internet y otras 800 esperaban sus computadoras personales con el financiamiento de la Unión Europea.
Rosario Rubbetino fundó entonces la editorial que ahora maneja su hijo, Florindo, con 80 empleados que sacan 300 títulos para el mercado italiano, con una cifra de negocios que ronda los ocho millones de euros anuales.
El taller de carpintería de alta tecnología de Camillo Sirianni es la tercera generación de una compañía que superó el aislamiento con la producción de escritorios, armarios, pupitres y otros accesorios escolares a base de haya regional, exportados a Inglaterra, los Emiratos Arabes Unidos, Centroamérica y Polinesia.
Finalmente, la excelencia de la artesanía italiana destaca en el taller más antiguo de Soveria Mannelli: el Lanificio Leo, establecido en 1873, que entró en crisis cuando la política nacional de los años 70 estimuló la producción oficial o a gran escala en detrimento de las pequeñas empresas, hasta que uno de los nietos del fundador decidió crear residencias de verano para diseñadores y artistas del mundo entero.
Ahora, la marca está asociada a ropa de calidad elaborada con lanas de Australia y New Zealand, casimir de Nepal y algodón de Egipto y Sudamérica, basada no en la velocidad del procesamiento sino en la alianza de calidad y bajo costo y, aunque en volumen es mucho menor que las de sus compatriotas, ya ha ganado premios internacionales y su gerente, Emilio Salvatore Leo, enseña en talleres en el extranjero y próximamente ofrecerá sus modelos mediante la Internet.
Su ambición es revivir los tejidos tradicionales de sus ancestros a base de lana de ovejas calabreses, aprovechando la ventana al futuro que a él y sus compatriotas le ha brindado la mágica Internet.
Varsovia, diciembre 2016
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