Papa Francisco, paladín ecológico
El Papa Francisco ha decidido emplear a fondo su autoridad y todos los recursos de la diplomacia vaticana, ante la morosidad en que discurren los preparativos de la Cumbre del Medio Ambiente, a celebrarse en París el próximo diciembre, con riesgo de un nuevo fracaso en un asunto de tanta trascendencia.
La preocupación ha estado presente desde su primera homilía, en 2013, pero todas las señales desde Roma indican que la encíclica que el Santo Padre divulgará este verano intenta pasar de lo meramente enunciativo para enfocarse en los vínculos entre la pobreza, el desarrollo económico y el cambio climático; en términos contundentes que sacudirán el cotarro internacional.
En tal sentido, ha retomado la preocupación de su antecesor, Benedicto XVI, autor de un libro sobre el medio ambiente que, por desgracia, no tuvo mayor repercusión porque permaneció en un tono científico que Francisco, que no por azar hizo suyo el nombre del santo de Asis, patrono de los animales y de la ecología, se propone bajar al nivel de las gentes de la calle y de los responsables mundiales.
Para ello trabaja desde hace meses un equipo de alto nivel, liderizado por el cardenal Peter Turkson de Ghana, que ha consultado teólogos, economistas, políticos, líderes religiosos e incluso personalidades como Jeffrey Sachs de la Universidad de Columbia y la administradora de la EPA estadounidense, para basar el documento sobre los más sólidos cimientos científicos y, antes que en una estéril diatriba de carácter ideológico, en las enseñanzas de la Biblia.
Está consciente el Papa de que entra en terrenos movedizos, y, como no se trata de cumplir un compromiso sino de obtener resultados concretos, el lanzamiento de la encíclica en los Estados Unidos estará enmarcado en una campaña de doce semanas para presentar los argumentos en sermones, homilías, entrevistas de prensa y cartas a los editores de periódicos.
Porque es en los medios conservadores de esa nación donde se mueven lobbies poderosísimos, como la Heartland Institute, que rechazan como pamplinas las investigaciones de las últimas décadas que apuntan, sin un ápice de dudas, a la responsabilidad de la sociedad industrial contemporánea en el deterioro del medio ambiente natural y la urgencia de introducir correctivos a lo que bien pudiera traducirse en el colapso de nuestra civilización.
La enorme simpatía que el papa argentino ha logrado despertar en su breve pontificado y la influencia que la Iglesia disfruta a escala global, sobre todo en los círculos políticos más recalcitrantes de los Estados Unidos, de confesión católica, podrían quizás reproducir el fenómeno de otro documento vaticano, a finales del siglo XIX, cuando la Rerum Novarum de León XIII sobre el trabajo sacudió al capitalismo salvaje en expansión y, al estimular el movimiento sindical, propició notables conquistas laborales.
Varsovia, mayo 2015.
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