¡NOS HUNDIMOS!
por Gabriel Rumor
Una vez concluida en Bonn la conferencia sobre el cambio climático, sin pena ni gloria y sí mucho desencanto, los rollizos tamboreros de las Islas Fiji que amenizaron la sesión inaugural, para reiterar la emergencia que atraviesa el grupo de naciones insulares, regresaron a su país, persuadidos de que sólo el propio esfuerzo impedirá que naufraguen bajo las aguas oceánicas.
La inutilidad de esta reunión, reseñada por el New York Times, podría resumirse en la protesta de Michael Chastenet, Primer Ministro de Santa Lucía, de que el único recurso disponible será arrodillarse a rezar al pie de la cama.
Con mucha razón, sin duda, porque aquellas son las más vulnerables del planeta – por la elevación del nivel de los mares, la pérdida de acuíferos y los huracanes que, más violentos y cada vez más frecuentes, siembran devastación- aunque son las que menos contaminación añaden a la atmósfera. Y por eso sienten una rabia redoblada al constatar que ninguna medida verdaderamente efectiva resulta de tantos días de infructuosas tratativas.
Es un diálogo de sordos porque, según denuncian, es justo que los países industrializados, cuya riqueza se origina en buena medida del sufrimiento de los menos desarrollados, deberían aportar alguna forma de compensación. Pero los fondos se hacen desear y los Estados Unidos, el principal contaminante del planeta, acaba de anunciar su retiro del tímido acuerdo que tanto trabajo costó negociar en París en diciembre de 2016.
Es cierto que todos, o casi todos, aceptan en principio accionar sus cajas registradoras, pero se topan con una burocracia que hace caso omiso de la urgencia, y, según el matutino, uno de los grandes resultados de la COP23 ha sido el fondo germano-británico para proveer de cobertura de seguros a las islas en apuros aunque, una vez más, las condiciones de la propuesta siguieran siendo vagas.
Así que, poco a poco, los isleños van tomando el toro por los cuernos. Como las Islas Seychelles, que plantearon un programa de cambio de deuda con apoyo de la ONG Nature Conservancy, para que un grupo de inversionistas reestructurase parte de la deuda nacional a cambio de medidas proteccionistas de los campos coralíferos de ese paraíso turístico, tan vulnerables al calentamiento oceánico.
Varsovia, diciembre 2017
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