Mitos de la microbiota

MIRAMUNDO por Gabriel Rumor

MIRAMUNDO por Gabriel Rumor

 

 

 

 

 

Un nítido perfil de nuestra microbiota, cuya investigación creció como la espuma en los últimos veinte años generando una variedad de mitos y desinformación, han trazado los científicos británicos Alan W. Walker de la Universidad de Aberdeen y Lesley Hoyles de la Universidad de Nottingham Trent, en la revista Nature Microbiology.

Ambos admiten como lógicas las sumas astronómicas  invertidas en ella, por su potencial terapéutico en el tratamiento de achaques que afectan prácticamente cada rincón de nuestra sufriente humanidad, y también natural que a fuerza de repeticiones la cascada mediática desdibuje los rasgos de un tema que, por cierto, no es nada novedoso.

Walker

Walker

Porque desde que las bifidobacterias fueron identificadas a finales del siglo 19 comenzó a especularse sobre sus efectos beneficiosos, la conexión entre las tripas y el cerebro se estudiaba desde bastante tiempo atrás y el impacto saludable de elementos fundamentales como las microcadenas de ácidos grasos fue acreditado mucho antes de que el Nobel Joshua Lederberg acuñara el concepto de microbioma al despuntar este milenio.

Hoyles

Hoyles

Es inexacto –afirman Walker y Hoyles- el peso impresionante de entre uno y dos kilos que se le atribuye, situándose más bien en unos 500 gramos e incluso menos, localizada mayormente en el colon, y al variar entre individuos sanos o enfermos dificulta identificarla en la práctica clínica, porque además se transforma según la edad y el sexo, el índice de masa corporal, la medicación que sigue la persona y a consecuencia de cambios inmunológicos, metabólicos y funcionales.

Sin mencionar que los métodos secuenciales utilizados en las investigaciones no son perfectos ni imparciales, porque pueden sesgarse desde la recolección de muestras y su almacenamiento hasta la escogencia de las bases de datos de referencia para su análisis.

Microbiota intestinal

Microbiota intestinal

Además, como los estimados actuales se basan en observaciones efectuadas en individuos adultos en regiones de alto ingreso, un cuadro más convincente requeriría estudiar sujetos rurales de menores recursos.

Tampoco es cierto que su número rebase el de las células humanas en una proporción de diez a uno –uno a uno, dicen, sería más exacto- ni hay evidencia concluyente de que juegue un papel patológico determinante o sea responsable de la obesidad.

Los microorganismos no son buenos ni malos; sencillamente existen, como algunos que transportamos toda la vida y apenas causan problemas en la vejez, cuando nuestras defensas flaquean y hay que apelar a los antibióticos.

También es falso que los heredamos al nacer, aunque algunos son transmitidos directamente durante el parto, porque en general su expansión ocurre en los primeros años de vida, se incrementa notablemente después del destete y se estabiliza en la niñez, de modo que cada adulto exhibe una configuración exclusiva, incluso si se trata de gemelos idénticos criados en el mismo nucleo  familiar.

Bacterias fecales al microscopio, foto Steve Gschmeissner Getty Images Science Photo Library RF

Bacterias fecales al microscopio, foto Steve Gschmeissner Getty Images Science Photo Library RF

Lo que sabemos hasta ahora es que las comunidades microbiales suelen ser modeladas por previas exposiciones ambientales de carácter fortuito y factores como la dieta y las terapias antibióticas.

En resumen, la pareja concluye que dados sus potenciales impactos en la salud, la enorme masa de dinero que ahora se invierte en su desarrollo y el febril interés que el tema ha despertado en la opinión es crucial evitar que los recursos se dilapiden en proyectos sin porvenir, comprometiendo la confianza del público en las investigaciones que adelantan los laboratorios en el mundo entero.

Varsovia, agosto de 2023