Los bosques (no) mueren de pie
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor
Que millones de hectáreas han sido sembradas en Italia, donde la superficie de los bosques se ha incrementado en 1.7 veces en los últimos veinte años, es una buena noticia que aporta leña, literalmente hablando, a los resultados de una investigación en 45 de 68 países que representan el 72% de los bosques del planeta, patrocinada por las universidades de Helsinki y Rockefeller en New York.
Están ya cercanos los objetivos del Tratado de Kioto, han proclamado en Roma las autoridades del Cuerpo Forestal del Estado, que cifran en 12 millardos de árboles la población vegetal que cubre la Bota italiana, explica su belleza y justifica en buena medida la fascinación que ese país ha ejercido siempre, incluso mucho antes del fenómeno de la masificación turística.
En lugares como Finlandia y Malasia- dice el estudio universitario- el reforzamiento de los bosques se ha realizado de una forma tan rápida hasta revertir la pérdida tendencial de su capacidad de absorción del dióxido carbónico, mientras el incremento de densidad de la selvas amazónicas y partes de Africa habría parcialmente equilibrado los efectos de la deforestación que causan la industria maderera y otras actividades humanas.
Según Jesse Ausubel, director de la Universidad Rockefeller y co-autor del estudio, el crecimiento de los bosques en casi una cincuentena de naciones pudiera indicar el comienzo de una restauración necesaria y muy bienvenida, que para su colega, el finlandés Aapo Rautiainen, ocurrió primero en Europa, algo más tarde en Norteamérica y se propaga ahora por ciertas regiones del Asia.
Italia, precisamente, ha registrado una reducción del 5.4% del efecto-invernadero, muy próximo al 6.5% que se estableció el acuerdo de Kioto, con un componente no sólo ecológico sino económico importante para el desarrollo nacional, como es el caso, en general, de toda la comunidad internacional, porque, como insisten los investigadores norteños y finlandeses, la densidad forestal es un factor tan decisivo como la superficie para el almacenamiento del carbono.
Ciertos ambientalistas expresan dudas, sin embargo, sobre tales avances porque, según dicen, aunque cada año se añaden más de diez millones de hectáreas en todo el planeta, gran parte de ellas obedecen a enormes monocultivos.
Así ha sucedido en China, cuyo programa de reforestación plantó tres millones de nuevas hectáreas cada año durante la primera década del siglo, exclusivamente de eucaliptos, o con las plantaciones madereras, muy diferentes del punto de vista ecológico a los bosques naturales.
Por ello, los autores plantean que la única y radical solución es interrumpir la tala y establecer un balance de biodiversidad que tenga en cuenta las consideraciones industriales, los cultivos agrícolas y el turismo, o con prioridades de tipo paisajístico, como sucede en Inglaterra.
Así se extendería al resto del globo el fenómeno de la Europa Occidental, donde la densidad forestal casi se duplicó después de la Segunda Guerra gracias a una gerencia moderna e intensiva y el crecimiento espectacular de gigantescas plantaciones, y aunque el progreso es mucho más lento en Asia, Africa, y en nuestro Continente, en países como Brasil, que posee más de 500 millones de hectáreas de selva virgen, un incremento, por modesto que sea, significa que volúmenes gigantescos de carbono quedan atrapados en la vastedad de sus bosques maravillosos.
Varsovia, Mayo 2013.
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