Los animales también se divorcian
Como le ocurre a usted, amigo lector, y a quien suscribe, también entre los animales es procelosa la vida conyugal y misión casi imposible el mantener la cohabitación hasta que la muerte nos separa.
Los zoólogos siempre lo supieron, pero desde hace un par de decenios han redoblado esfuerzos con auxilio de la genética para averiguar los motivos del distanciamiento y la ruptura, según indica un reportaje de THE SCIENTIST.
Observando, por ejemplo, el proceso de una pareja de pinzones rayados para establecer un nido y las tribulaciones del macho para satisfacer a su caprichosa compañera, a quien suele a veces incordiar la agresividad de los vecinos, hasta provocar la separación total.
Y el asunto no es tan sencillo porque ahora debe distinguirse entre la monogamia genética, es decir la fidelidad reproductiva a un único compañero, y la monogamia social, donde se comparte el parentesco y otras costumbres por un lapso determinado, y prestar atención a factores demográficos y ambientales que acercan o distancian a los animales; en particular los emplumados.
En 1987, un estudio realizado en Ontario, Canadá, reveló que las gaviotas solían separarse cuando los huevos eran destruidos por depredadores durante la incubación, o cuando en la época invernal debían emigrar a lugares diferentes del globo, y otro ha comprobado que las especies más longevas, habituadas quizás a los repetidos cambios, apelan menos al divorcio, cuya frecuencia fluctúa en las diferentes especies.
Sin olvidar la mortalidad, porque los grupos con índices superiores son más proclives al divorcio, tal vez porque la viudez abundante facilita las nuevas uniones y las especies con mayor número de hembras acusan un ritmo mayor de rompimientos, igual que las migraciones estacionales.
Porque los miembros de la pareja pueden no coincidir en su llegada al mismo sitio y entonces, por una simple urgencia de apareamiento deben encontrar nuevos compañeros que justifiquen el esfuerzo de los miles de kilómetros recorridos entre los hemisferios.
Iguales consideraciones prácticas explican la actitud de los mamíferos. Por ejemplo, en ciertos primates socialmente monógamos, donde el divorcio puede resultar de la llegada de nuevos individuos agresivos; o en las marmotas alpinas, por muerte o alejamiento de la pareja, aunque el cambio puede ocurrir incluso mientras el compañero original está presente, quizás por un cálculo para conseguir otro más idóneo para la reproducción.
Así ocurre en los hipocampos, marginados en caso de accidente o enfermedad, aunque un estudio indicase que las parejas de chorlitos nevados en México se rompían incluso después de nacimientos exitosos, porque las hembras desertaban en busca de nuevos compañeros con los cuales, curiosamente, tenían una descendencia más numerosa.
En síntesis, en opinión de uno de los expertos más acreditados en la materia, aún estamos lejos de conclusiones absolutas sobre el fenómeno, porque si bien hay evidencia de que el divorcio puede conducir a un incremento reproductivo y beneficios de salud, la hay también en contrario.
Sin mencionar factores ambientales que explicarían, por ejemplo, la conducta de los petreles de la Antártida que huyen de sus nidos en los inhóspitos acantilado sin abandonar a sus compañeros.
Es decir, que, según concluye la prestigiosa revista, “se necesitan datos de largo plazo sobre patrones de divorcio y de sobrevivencia y éxito reproductivo de animales individuales para extraer conclusiones significativas sobre los costos y beneficios de la separación, y los estudios en curso podrían brindar claves de cómo varían los índices de divorcio a través del tiempo, influenciando, quizás, la estabilidad de un grupo animal”.
Varsovia, julio de 2022
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