LEYENDO A LA LUZ DE UNA FLOR
Si culmina con éxito el experimento militar que adelanta el Massachussets Institute of Technology de crear vegetales espías será posible, quizás, emplear la energía de esas plantas en actividades más constructivas, como la lectura cotidiana, iluminados por su fosforescencia.
La Repubblica romana informa que los ingenieros del prestigioso centro académico trabajan en un proyecto del DARPA (el brazo del ejército estadounidense a cargo de las nuevas tecnologías) para incorporar nanopartículas a las hojas de las plantas y permitir encenderlas, como si se tratase de una lámpara tradicional.
Estamos aún con un brillo que apenas dura cuatro horas, pero nada impide imaginar que, llegado el momento, pudiera esa nueva fuente reemplazar la electricidad que conocemos desde los tiempos de Edison.
La fuente de todo son las enzimas luciferasas que “encienden” a nuestros folklóricos cocuyos, estimulando una molécula llamada luciferina para producir luz mientras otra, la coenzima A, contribuye al proceso removiendo los obstáculos que puedan inhibir la actividad de las primera y, ulteriormente se perfecciona para que el brote de diez centímetros emita una luz que por ahora es apenas un milésimo de la necesaria para leer pero que estaría eventualmente en capacidad de iluminar todo un espacio de trabajo.
El objetivo práctico es que la planta pueda producir electricidad sin necesidad de conectarse a redes o baterías, alimentada con su propio metabolismo energético y las perspectivas se pierden de vista con el ambicioso objetivo de transformar a todos los árboles, finalmente, en farolas autoalimentadas y, lo más importante, exentas de contaminación.
Varsovia enero 2018.
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