LA LLUVIA QUE DERROTO A LOS MONGOLES
por Gabriel Rumor
PLANETA VITAL reseñó en agosto pasado la revelación del estudio realizado por académicos de 18 universidades de Europa y los Estados Unidos, de que el imperio romano cayó destruido por una serie de calamidades telúricas que alteraron el clima de manera desfavorable, y no, como solía pensarse, por las invasiones bárbaras.
Quince de los 16 veranos más intensos entre el año 500 A.C y el 1000 D.C estuvieron precedidos de grandes erupciones volcánicas en Islandia y América, que trajeron veranos muy fríos en vastas regiones del hemisferio norte, inyectando sulfato y cenizas en la atmósfera superior que provocaron la caída de la temperatura y una reacción en cadena de hambrunas, enfermedades, ruina y destrucción y la llamada “peste de Justiniano” que liquidó un tercio de la población del continente.
Ahora, otro papel de paleoclimatología publicado en la revista Scientific Reports avanza la hipótesis de que fue la lluvia el factor determinante que frenó en el año 1242 la avasallante cabalgata de los guerreros mongoles en Hungría y salvó a Europa de caer bajo el dominio de los herederos del temible Gengis Khan.
Los mongoles, o tártaros, habían comenzado su expansión a principios del siglo XIII, hasta conquistar buena parte de Eurasia, incluyendo China, el Asia Central, Rusia e Irán, gracias, paradójicamente, al clima que al hacerse más lluvioso incrementó la productividad de sus estepas y fortaleció el poder del pueblo de Genghis Khan y de su hijo y continuador, Ögödei Khan.
El climatólogo Ulf Buntgen del Swiss Federal Research Institute en Birmensdorf y el historiador italiano Nicola di Cosmo, del Institute for Advanced Study en Princeton, examinaron los anillos de crecimiento de los robles de las llanuras magiares y descubrieron que la temperatura descendió violentamente en el invierno de 1241 y las lluvias primaverales devinieron torrenciales, anulando las ventajas militares de la agilísima caballería mongola, privada de pastos y enfangada en lodazales que dificultaban sus movimientos.
Según el estudio, las fuentes históricas hablan de una ola de frío que se abatió en los primeros meses del 1242 sobre Hungría, al punto que los invasores pudieron atravesar el Danubio endurecido, y de que después, al descongelarse, la llanura se transformó en un pantano; con el doble resultado negativo de menos comida para los caballos y un terreno fatal para las maniobras militares.
Tuvieron entonces los intrusos que optar por una retirada, tomando la ruta al sur de los Carpatos donde el suelo seco era más propicio a los cascos de los animales. Derrotados, como el Imperio Romano, y Napoleón y Hitler en Rusia, por la meteorología. De retorno a sus remotas estepas siberianas…
Varsovia, julio 2016.
Leave a Comment