LA GUERRA DE LA VAINILLA
El precio de la vainilla se ha disparado de tal forma en los mercados internacionales que los militantes ecologistas en los países productores enfrentan peligros cada vez más agudos para proteger el medio ambiente de la voracidad de los depredadores.
En Madagascar, por ejemplo, el bandidaje que durante algún tiempo intimidó a sus anchas a los productores, tropieza ahora con la movilización de granjeros que, ante la apatía de las autoridades, han llegado incluso al linchamiento de los malhechores.
Y es que la isla en el Océano Indico es el primer suplidor mundial de una materia prima indispensable para la repostería y los helados, que vio decuplicar su precio en el último lustro, estimulando la corrupción oficial y el contrabando hacia la China Comunista.
El GUARDIAN londinense destaca el papel que juega Clovis Ramazilalala, cofundador de la Coalición Lampono, que gracias al apoyo de Amnesty y otros grupos de derechos humanos, logró evadir una condena de cinco años de prisión, acusado de instigar a la rebelión por los funcionarios que, ¡vaya sorpresa! son los mismos que lucran del boom de un cultivo que les permite, además, lavar los ingresos de la venta, igualmente ilícita, de madera de palisandro al mismo mercado oriental.
Los precios se han incrementado por la creciente demanda de condimentos naturales en los países más prósperos, los ciclones que afectaron la producción y el acaparamiento de mafias vinculadas al gobierno nacional.
Son, también, responsables directos de la deforestación, para ampliar la superficie de cultivos y porque una población con mayores ingresos está construyendo más casas más grandes con la madera de los bosques nacionales que talan de manera clandestina para burlar la detección satelital.
El problema, según Ndranto Razakamanarina, presidente de la Alliance Voahary Gasy, un grupo conservacionista que intenta crear una red de defensores ambientales, es, por supuesto, la demanda incremental de productos como la vainilla, el palisandro y los minerales, pero, sobre todo la negligencia oficial para atacar la corrupción y obligar a rendir cuentas.
“No hay democracia en Madagascar y son los críticos, no los culpables, quienes caen prisioneros”, afirma, y eso explica que los ciudadanos hayan optado por hacerse justicia con sus propias manos”, concluye el matutino inglés.
Caracas abril 2018.
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