ISLANDIA ES FELIZ EN EL AGUA
por Gabriel Rumor
El secreto de la felicidad de Islandia puede hallarse en la red de piscinas comunitarias, gratuitas y al aire libre, donde los trescientos y pico mil habitantes de este pequeño país insular en los confines del círculo polar ártico suelen refugiarse cada día, sin importar en cual época del año.
Son más de 120 los sundlaugs afirma un reportaje de Massimo Vitali en el New York Times Internacional, que fungen como el corazón de la comunidad. Auténticos santuarios que los descendientes de los fieros vikingos atesoran como una especie de derecho civil; la clave del bienestar que explica, a pesar de un clima abominable y las 19 horas de oscuridad reinante durante los meses invernales, que sus gentes se estimen entre las más felices del planeta.
Llueva, truene o relampaguee, las piscinas han sido el lugar donde reencontrarse con uno mismo desde que alguien decidió, en el siglo pasado, utilizar los taladros con que se buscaba oro inútilmente para perforar la superficie hasta alcanzar las hirvientes aguas subterráneas que desde entonces sirvieron para calentar las viviendas y oficinas públicas y las escuelas, una vez instituida la enseñanza obligatoria de la natación, en 1943.
Por obvias razones climáticas, no existe allí la posibilidad de reunirse en plazas o terrazas, como en otras capitales más temperadas, y los extranjeros no siempre aceptan sin vergüenza la costumbre local de desnudarse absolutamente para el rito preliminar de un baño minucioso de la cabeza a los pies, con agua y jabón, a fin de extremar la higiene, porque el agua de las piscinas está clorada sólo ligeramente.
Es una paradoja que esa desnudez casi total entraña una experiencia igualitaria y la proximidad de los cuerpos dentro del agua impulsa al bañista a concentrarse en su propio cuerpo, y los resultados de encuestas revelan que las mujeres, en particular, asisten a las piscinas en busca de soledad, en una actitud de ensoñación, con la cabeza apoyada en el borde, los ojos cerrados y la boca con una leve sonrisa de satisfacción.
Varsovia, abril 2016.
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