¡INSECTOS, TEMBLAD!
Afortunadamente para su salud mental, los insectos no están en capacidad de leer la creciente hojarasca periodística que sugiere consumirlos como la nueva panacea de nuestro zarandeado planeta.
Entomofagia es el término científico para la nueva moda culinaria que exalta la sabrosura de las hormigas marinadas en miel, las pupas de avispones que se hacen agua en la lengua y el regusto ahumado que dejan las larvas de escarabajo y, aunque no se piensa que ellas sustituirán mañana mismo el relleno de las hamburguesas, es una tendencia que va en ascenso incontenible; para desgracia de las inocentes sabandijas.
Variedad de insectos
No se trata de alguna novedad porque, como indica un reportaje del INDEPENDENT londinense, la humanidad ha sido parcialmente insectívora desde sus albores y en muchas culturas los grillos, los gusanos y las cucarachas son un manjar apreciado, en tacos, sándwiches o acompañando las pastas y los arroces.
Pero ahora habría que superar la instintiva repugnancia que provoca su aspecto, porque lo que está planteado es la importancia de su ingesta para la supervivencia misma de nuestra especie, como rival de la carnicería industrial que destruye el medio natural, arrojando millones de toneladas de CO2 a la atmósfera terrestre.
Es una actividad en forzada expansión para alimentar una población que crece en número y en voracidad por la carne animal y la comercialización de los insectos podría significar una alternativa ambientalmente atractiva, una vez que los granjeros superen el nivel artesanal, para suministrar suficiente proteína como una opción más saludable para el consumidor.
Estofado de saltamontes
Por ejemplo, los grillos, que son los insectos utilizados con mayor frecuencia, tienen un contenido inferior a la carne de res, pero cuando se alimentan con pollo y se mantienen con un sistema de calefacción intensivo, pueden estar a la par de los plumíferos.
Los insectos –precisa el matutino inglés- requieren de mucho menos alimentos y espacio que los restantes rubros animales y por eso serían idóneos para frenar el auge de la agricultura, nociva para la biodiversidad, a fin de preservar la mitad de los ecosistemas globales para un futuro sustentable.
No existe, sin embargo, unanimidad sobre el tema, porque algunos entomólogos denuncian que es ineficiente cualquier sistema de producción animal al convertir materia vegetal en animal, y sugieren, en cambio, apoyar la ingesta directa de los frutos de la tierra en lugar de utilizarlos para nutrir a los insectos.
Simplemente, quizás, habría que olvidar a los saltamontes y comer más vegetales, pero entonces se dejaría de lado el elemento político de la ecuación. Y es que, según la tradición, los insectos han sido recogidos, preparados y mercadeados por la gente con menos poder político y económico y el comercializarlos podría contribuir de manera significativa al desarrollo de algunas de las comunidades más marginalizadas del planeta.
Al comer insectos, en resumen, se estaría apoyando un mundo más próspero y equitativo y por eso han surgido varias empresas que enfocan sus beneficios para cuestionar la desigualdad; como Entomo Farms que trabaja en estrecha unión con ONGs en Madagascar y la República Democrática del Congo y Aspire Food Group que comercia los grillos de granjeros rurales en Ghana.
¡Falso! exclaman entonces quienes arguyen que tal revalorización induciría a vender los insectos en lugar de consumirlos, con la obvia caída proteínica y déficits de vitaminas para pueblos que los ingirieron durante siglos, aunque esto, según otros, tendría compensación con la notable revolución en las costumbres que implicaría una experiencia gastronómica, a contrapelo de nuestros prejuicios y tabúes, para conocer otras culturas.
Aún mejor, si asumiéramos la tarea de capturar o cultivar los elementos de nuestra dieta particular, bajo la asesoría, naturalmente, para evitar sorpresas desagradables, de expertos en la materia que sugerirían intentar engullir platos mexicanos deliciosos, como los gusanos de magüey, chapulines (grillos) con tortilla y guacamole y huevos de hormigas fritos en mantequilla, las termitas que afloran después de la lluvia en los países del Africa sud-sahariana, o los gusanos de seda en salsa de soya del Sudeste Asiático.
Varsovia, mayo 2018.
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