Hablando con los animales
El viejo, archiviejísimo, anhelo de la humanidad de platicar con los animales podría estar en vías de realizarse gracias a recursos novedosos de Inteligencia Artificial.
Es lo que informa el GUARDIAN londinense al visitar el Earth Species Project, una institución sin intención de lucro basada en California con el objetivo de decodificar las comunicaciones no-humanas mediante una máquina de aprendizaje, para profundizar nuestro conocimiento de las demás especies vivientes y favorecer su protección.
Creado en 2017 con el apoyo de generosos mecenas, EL ESP publicó recientemente su primer documento científico, no basado en el fatigoso trabajo de observación típico de tal género de investigaciones sino en el procesamiento electrónico del enorme volumen de información que ahora obtenemos de sensores implantados en los animales.
Por ejemplo, algoritmos que determinan el carácter de las emociones de cerdos al analizar sus gruñidos, o el nivel de stress de roedores a partir de sus llamados ultrasónicos o los diálogos entre cachalotes, con el ambiciosísimo objetivo de rebasar las comunicaciones simbólicas entre animales sociales como primates, cetáceos y delfines y fijar baremos aplicables a todo el reino animal.
El punto de partida ha sido extrapolar a los animales el descubrimiento de que pueden traducirse lenguajes humanos diferentes y a veces distantes sin necesidad de conocimientos previos, comparando sus reacciones emocionales de alegría o dolor, a veces sin necesidad de sonidos, como en el caso de las abejas que danzan para orientar a sus compañeras hacia los macizos florales.
Mientras tanto, en la Universidad de California, el oceanógrafo Ari Friedlaender estudia la conducta de mamíferos acuáticos, difícil de observar directamente, con dispositivos electrónicos atados a su piel que siguen la ubicación y el tipo de desplazamiento, escuchan los sonidos del océano e incluso ven lo que está viendo el animal.
Así se coteja automáticamente la actividad con sus expresiones sonoras y se establece si existe correspondencia entre ellas.
Otro proyecto transforma las vocalizaciones de ballenas jorobadas en microfonemas que son devueltos para captar sus respuestas; y uno más, en la Universidad de St. Andrews, intenta inventariar la vocalización de cuervos hawaianos, más compleja que la de otras especies, para facilitar su reintroducción selvática al superar el daño que impone a su canto el cautiverio.
Es una investigación muy laboriosa y habrá que superar muchas etapas pues surgen voces autorizadas que, aun admitiendo la utilidad de identificar el repertorio vocal, dudan sobre el descubrimiento de su significado y funciones.
Como el psicólogo Robert Seyfarth, de la Universidad de Pennsylvania, que estima que muchos animales pueden vivir en sociedades complejas y sofisticadas pero poseen un repertorio de sonidos más limitado que el humano, de modo que el mismo puede significar cosas diferentes en diferentes contextos, que debería estudiarse para entender el juego social subyacente, y por eso recomienda volver a los métodos clásicos de observación para obviar las limitaciones de la Inteligencia Artificial.
Igual opina el neurocientífico Kevin Coffey de la Universidad de Washington sobre los riesgos de amalgamar el análisis por computación del lenguaje humano que ya nos resulta familiar con el de otras especies, y el propio Aza Raskin, líder de ESP admite tales retos, sin renunciar a su proyecto, soslayando la hercúlea tarea que significará, algún día, desde el punto de vista filosófico societal y legal, satisfacer a Fido o la gata Lulú cuando nos fastidien con sus quejas mientras compartimos la sobremesa…
Varsovia julio 2022
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