Eólicas Revolucionarias
por Gabriel Rumor
PLANETA VITAL anunciaba hace un año que quienes adversan la energía eólica por sus limitaciones estéticas, quedarían sorprendidos cuando llegasen en la primavera los “árboles de viento”, sembrados en París por la compañía New Wind; auténticas turbinas eólicas de once metros de altura y ocho de diámetro, cuyas 72 hojas en acero se accionan hasta con la brisa más ligera y anulan con su aspecto vegetal la presunta fealdad atribuible a los molinos modernos, ayunos de la poesía del Quijote.
Los fabricantes salieron al encuentro de los críticos al garantizar que el sistema es completamente silencioso, pues el cableado y los generadores se hallan dentro de la estructura y no genera más que el murmullo emitido por las hojas naturales, y pusieron énfasis en el costo de cada árbol, alrededor de 30 mil euros, a recuperarse en brevísimo tiempo.
En marzo tuvo lugar con éxito la experiencia piloto y ahora leemos en la Tribune de Geneve que una estructura similar, pionera en Suiza, ha sido instalada por el banco Piguet Galland en el pueblo de Champel, vecino de la capital ginebrina.
Su tronco blanco y el follaje verde, incluso en invierno, resaltan su presencia en la avenida Louis-Aubert, con la particularidad de que mientras los árboles convencionales transforman en oxígeno el gas carbónico, éste produce energía, porq ue cada una de sus 63 hojas es una mini-eólica capaz de generar electricidad, no importa cuán débil sople la brisa pues basta el tránsito de camiones y autobuses para ponerlas en movimiento.
Esta novedosa construcción, según el diario, tiene una potencia instalada de cuatro mil vatios, suficiente para cubrir el 83% de las necesidades de una familia de cuatro personas, exceptuada la calefacción, asegurar la iluminación a bajo consumo de cien metros cuadrados de oficinas o impulsar anualmente un vehículo eléctrico por más de 16 mil kilómetros.
El autor, Jérome Michaud-Larivière, escritor y guionista de TV, aspiraba a que su invención superase lo simplemente anecdótico, para captar de manera muy silenciosa la energía de corrientes turbulentas en el medio urbano, a fin de que sus “árboles de viento” broten por doquier, a proximidad de los consumidores finales y, como aspira Claudio Colucci, el diseñador ginebrino del proyecto, hacerlo suficientemente simpático a los ojos del público.
Después de la inauguración en París, dos estructuras fueron presentadas en diciembre en la conferencia climática COP 21 y desde entonces han ido en aumento los pedidos del mundo entero para una producción industrial que debería arrancar en marzo, a un precio de 61 mil dólares por unidad.
Caracas, febrero 2016
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