En Suiza: comida gratis
El Día Mundial de la Alimentación ha sido propicio para que la seccional suiza del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) denuncie el escándalo que significan los millones de toneladas de alimentos que cada año son arrojados a la basura y para la puesta en marcha de iniciativas que ofrecen gratis una fracción a un vasto sector de necesitados, que existe en ese país a pesar de sus notables niveles de bienestar.
La Tribune de Geneve revela que el despilfarro supera un tercio de la comida, dos de cada tres patatas producidas (que hubiesen servido para preparar 1.2 millardos de sus caloríficos röstis), 40% de las legumbres, 43% del pan y 19% de la carne; en resumen, más de 250 kilogramos por habitante y entre quinientos a mil francos por cada grupo familiar.
Y la situación deviene aún más chocante cuando se sabe que especímenes perfectamente comestibles son eliminados por considerarse estéticamente imperfectos; un lujo insensato que va más allá de lo monetario porque devora de forma inútil recursos hídricos, el suelo y la energía, es causa de importantes problemas ambientales y agrava la penuria alimentaria.
En Suiza se extrañan las medidas de control que ya adoptaron Alemania, Francia o Austria, porque ni siquiera se realiza un seguimiento estadístico, con excepción de los cereales panificables, y es para paliar tal situación que grupos sociales han colocado refrigeradores gratuitos en algunas de las principales ciudades de la confederación y sirven comidas a base de los productos desechados por el comercio.
En la capital, cuatro estudiantes crearon Bern isst Bern, con tres instalaciones colectivas en el barrio de Lorraine; bajo el impulso de la asociación Neugarten, la ciudad de Lucerna exhibe ya su primera refrigeradora con frutas y legumbres; y la propietaria del primer restaurant vegetariano de Zurich cocina varias veces al año una comida gratuita, hasta para 1500 personas, con productos provenientes de los almacenes de gran superficie.
Se imita así en Suiza la iniciativa de Los Salvadores de Comida, una asociación berlinesa cuyos 1700 miembros recorren los supermercados para rescatar los productos condenados a la incineración y colocarlos en una veintena de puestos de libre acceso, disponibles durante las 24 horas del día.
Ha sido una experiencia beneficiosa incluso para negocios como la cadena Bio Company porque redujo el espacio que antes ocupaban sus contenedores, con el lógico ahorro de costos, y es una tendencia que, siempre según el diario ginebrino, va ganando terreno en toda Alemania porque no sólo ocho mil buenos samaritanos sino incluso los turistas colaboran en el llenado, tres veces diarias, de los frigoríficos benefactores.
Caracas abril 2015.
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