EN CHINA NACIO EL BUEN COMER
por Gabriel Rumor
La pólvora, la imprenta con caracteres de madera los fideos, el sismógrafo, la carretilla…en fin, porqué habría de extrañarnos que el arte y el negocio de la restauración, como hoy lo conocemos, nacieran también en la China de los mandarines….
Es lo que afirma un reportaje del semanario China Daily en referencia a la decisión del emperador Taizong de la dinastía Song (960-1279) de abolir el toque de queda implantado por sus predecesores, que oxigenó la vida nocturna en las capitales imperiales.
Así abrió las puertas a los modernos restaurantes con sus menús, meseros y una versión muy curiosa de las estrellas Michelin, en una calle de Bianliang, hoy Kaifeng, provincia de Henan, expresamente reservada a mercados y comederos nocturnos, con profusión de linternas para orientar las carrozas y las multitudes y, muy importante, libre de moscas y zancudos.
Un siglo después la capital se había movido a la actual Hangzhou, con un millón de almas, donde un visitante registró alrededor de 600 platos en centenares de casas de té, restaurantes de lujo y tarantines de fideos.
Algunos establecimientos tenían su propia clasificación, con banderas de inspiración militar: una sola identificaba un local que ofrecía no más de dos especialidades; dos, un restaurant con mesas y menú; tres nunca eran usadas porque eran sinónimo de deshonestidad; cuatro indicaban la presencia de un chef con dominio de un estilo regional, y cinco permitían solicitar platos de no importa cuál lugar de China entera.
Tiempo atrás, la red oficial de tabernas que atendía a los caminantes de la alta burocracia se había ampliado bajo la dinastía Han (206 AC-220 DC), con locales privados para recibir a un público más común de médicos, charlatanes, curanderos, negociantes, artesanos y mercaderes y, posteriormente, fue tomada por los intelectuales, para reunirse en habitaciones reservadas donde se les proveía de tinta y pinceles en caso de que la buena mesa les inspirase alguna poesía.
Naturalmente, había necesidad de personal y los mesoneros reclutados tenían la enloquecedora tarea de recitar de memoria las órdenes de platos, cocinados o fríos y regresar de inmediato, a veces hasta con 20 recipientes en ambos brazos, que distribuían sin falla a los respectivos comensales.
En Hangzou, prosigue el semanario, los reservados eran atendidos por cortesanas “vestidas coloridamente, que competían para sonreir con más brillo que la otra”, mientras chicas jóvenes cantaban o recitaban poesías en alta voz junto a músicos, acróbatas e incluso catadoras que ayudaban a los huéspedes en su selección del vino.
Como era natural, también la era Song tocó a su fin, derrotada por las tribus mongolas, pero no murió con ella la cultura gastronómica, como dieron fe, siglos más tarde, Marco Polo y otros muchos visitantes extranjeros.
Caracas, febrero 2019
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