En China, INTERNET= REBELDIA
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, Corresponsal Internacional
Desde China, el bloguero Paul Mason, editor económico de la emisora Channel 4, revela en el Guardian londinense cómo, a ojos vista, los trabajadores van transformándose de masa aborregada en fuerza contestataria, según aprenden a utilizar las herramientas del siglo XXI contra la pobreza la corrupción y la esclavitud de un régimen pretendidamente comunista y popular, que mantiene vigentes las peores lacras del siglo XIX.
En las fábricas, escribe el periodista, el panorama ha cambiado en los últimos diez años porque, paradójicamente, escasea la mano de obra, se ha elevado el nivel profesional y se pagan mejores sueldos, y ya no viven los obreros almacenados en barracas insalubres; y, sin embargo, el sector de la industria exportadora ha estado sacudido en 2014 por una ola de huelgas, como en Dongguan, al Sur, donde se pararon 30 mil obreros de la zapatería.
La internet ha, literalmente, detonado la realidad nacional, como en el caso de Yue Yuen donde convocaron a la movilización con twiters a través de numerosos grupos que se solapaban, a menudo de forma contradictoria, pero que estaban abiertos a todo el mundo.
Pero la verdadera correa organizativa fue el Weixin, un sistema de mensajes equivalente al WhatsApp occidental, que en China funciona por zonas y permite localizar a la gente que habita en las cercanías, con el atractivo de que se podían crear grupos de sólo invitación, donde estaba el cogollo de los promotores, mientras los huelguistas apelaban al Weibo, similar al twiter, para diseminar noticias sobre la situación.
Es cierto, explica Mason, que la huelga concluyó, pero su significado no pasó desapercibido del gobierno, consciente de que la Internet, cuya penetración saltó del 10% al 30% de la población a fines de la última década, está alterando rápidamente la dinámica de un panorama industrial que, con frecuencia, es equiparable al Londres sórdido de las novelas de Charles Dickens.
Ya los Cyber-cafés son piezas de museo, con 600 millones de usuarios de la telefonía móvil en cuya cúspide están las redes sociales – combinación de Weibo, QQ y Weixim- que incrementa la sensación de libertad en los usuarios que pueden burlar la red represiva montada por el gobierno.
El paradigma de tal fenómeno –escribe Mason- es Occupy Central en Hong Kong, que ha movilizado cientos de miles de ciudadanos por una mayor democratización de ese territorio controlado por Beijing, mediante los instrumentos que funcionan ya en Europa y los Estados Unidos, y, aunque no puede precisarse cuánta gente en la China continental sabe de su existencia, es curioso que los estudiantes de la Universidad Sun Yat-sen de Guangdong manifestasen el año pasado con camisetas impresas con el ya famoso pajarito.
En los años 90 –escribe Mason- las autoridades lidiaban con un grupo laboral relativamente privilegiado que se concentraba en las industrias pesadas, y solían equiparar a traición la protesta laboral, pero cuando los obreros comenzaron a organizarse, obtuvieron una normalización de derechos legales básicos que no está amenazada ahora por la ola de huelgas, si bien la información tecnológica impone una dinámica diferente.
Y es que las condiciones son radicalmente distintas, pues la fuerza laboral en China está sometida a una dura jerarquización y escaso tiempo libre que apenas le permite accesar a sus móviles en breves recesos o mientras se dirigen a sus hogares,estableciéndose un rotundo contraste con la relativa libertad de la Internet.
Los problemas que hoy estimulan la conflictividad –pobreza, explotación y corrupción gerencial- parecen más propios del siglo XIX, y por eso uno de los sitios en la red se especializa en fotos de fuente anónima de los lujosísimos relojes que exhiben los jerarcas comunistas.
Y esto es, definitivamente, significativo del cambio de esclavos a contestatarios de la clase obrera en China, gracias a la revolución informática.
Varsovia, octubre 2014.
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