Día Internacional de los Pueblos Indígenas, visión histórica
En ocasión del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, compartimos este interesante artículo escrito por el Historiador venezolano Horacio Biord Castillo, publicado en Reporte Católico Laico.
En julio de 1997, entre Caigua y San Miguel, dos pueblos surgidos como misiones religiosas en la época colonial, al norte del estado Anzoátegui, un hombre de provecta edad, elegante y bien plantado, me dijo en tono de confidencia y amable aseveración: “aquí somos indios de pura cacha”. Usaba esa expresión para que no quedara duda de su origen e identidad, quizá a pesar de su aliñado aspecto contrario a los estereotipos de los indios. En efecto, los cumanagotos, como otros pueblos indígenas, pueden parecer campesinos o trabajadores rurales y no ser percibidos como indios. Algunos son empleados de empresas petroleras, otros funcionarios públicos, comerciantes o pequeños productores, muchos profesionales universitarios, todos conscientes de su origen indio.
Esa consciencia de la continuidad de muchos de sus recursos culturales, del eco arrullador de voces provenientes de su antiguo idioma, ya no aprendido como primera lengua: nombres de lugar, de plantas y animales, de utensilios y partes del cuerpo, de costumbres y afectos, aunque se digan en español, pero en un español fuertemente matizado por el sustrato indígena, vigoriza su resistencia cultural.
Hoy en día los cumanagotos, incluso en Cúpira (estado Miranda) y en San José de Guaribe (estado Guárico) y sus cercanías, en Boca de Uchire y Valle de Guanape, ya en Anzoátegui, luchan por mantener y reforzar su identidad y su cultura y por recuperar su idioma ancestral. Se trata de un pueblo que, por efecto de las imposiciones coloniales, experimentó en carne propia y de manera temprana la agresión de ser forzado, de manera directa o indirecta, a transformarse: es decir, a dejar de ser lo que era o es para hacer otra cosa, esto último en la mentalidad colonial. La ilusión de generar un ser humano construido según la óptica dominante, un sujeto colonial, es propia de los imperialismos y de regímenes autoritarios. No constituye, sin embargo, un caso único, sino compartido por muchos otros pueblos indígenas de Venezuela y el continente americano todo.
Los pueblos indígenas han sufrido un complejo proceso de transformación marcado por traumáticos procesos bien de muerte, bien de pérdida, muchas veces significativa, de sus recursos e idiomas: etnocidio y linguocidio, cuando no de abierto genocidio. El despojo y el sometimiento que han vivido desde el siglo XVI los han arrinconado y sometido a condiciones de explotación y pobreza, lo cual nada tiene que ver con su cultura y sus costumbres, como se presenta a los indios en visiones deformadas y prejuiciadas, sino con las condiciones creadas por las potencias coloniales. Estas condiciones, por su parte, fueron reproducidas luego por las repúblicas surgidas tras las independencias de las metrópolis europeas. Así se gestaron e implantaron dolorosas situaciones neocoloniales.
A principios de la década de 1970 muchos funcionarios, planificadores, intelectuales e incluso analistas sociales daban por inminente la progresiva e inevitable desaparición de los pueblos indígenas y sociedades tradicionales (no se hablaba todavía de sociedades locales) y su asimilación plena, pero no realmente equitativa y paritaria, a las sociedades nacionales envolventes. Sin embargo, la persistencia y empecinamiento de los pueblos indígenas, de la mayoría al menos de sus miembros, sus dirigentes y organizaciones, con el apoyo de antropólogos, indigenistas, misioneros y no pocos políticos, académicos y profesionales de diversas disciplinas mostraron lo infundado de tales suposiciones. También tuvieron y aún siguen teniendo un papel destacado y decisivo diversas organizaciones internacionales y de derechos humanos.
En la actualidad, en especial ante los retos del cambio climático y sus terribles consecuencias, que evidencian, entre otras cosas, la escasa sostenibilidad de los modos de vida de la sociedad industrial, los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas, sus saberes y haceres, han cobrado una gran importancia para el diseño de modelos alternativos. Incluso tienen relevancia como utopía de formas de vida más armónicas y menos contaminantes. En ese orden de ideas, apelan directamente los proyectos de desarrollo convencional y pueden ayudar a perfilar nuevas racionalidades socioeconómicas. Ni pretéritos ni preteridos, como tampoco carentes de futuro, los pueblos indígenas han trascendido el umbral del nuevo milenio y han ganado una mayor visibilidad y aprecio sociales. Se proyectan al futuro no sin grandes retos.
Entre los retos para los indígenas destaca la necesidad de esbozar o acordar un proyecto histórico propio, no subordinado a apoyos político-ideológicos o de otra índole, y en consonancia con los nuevos escenarios locales, regionales, nacionales y globales. Esta tarea resulta de fácil percepción para los analistas de tradición occidental, pero de compleja concreción para los actores sociales involucrados y sus aliados. La historia sagrada y la tradición, la sabiduría profunda de los pueblos indígenas y las reflexiones de los especialistas en esos saberes, proveen de sentido el accionar colectivo de los pueblos indígenas y ayudarán a concretar sus proyectos históricos. Habrá pueblos indígenas todos los días, por muchos días.-
San Antonio de Los Altos, Gulima, 09 de agosto de 2023, Día Internacional de los Pueblos Indígenas
Horacio Biord Castillo
Investigador, escritor y profesor universitario
Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com
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