Cuando China estornuda…
MIRAMUNDO POR GABRIEL RUMOR Cuando China estornuda, todos sufrimos de pulmonía, porque tal es el ritmo de desarrollo del coloso asiático y la magnitud de los recursos que exige una población con legítimas aspiraciones de bienestar y siempre en aumento que de inmediato afectan al resto del planeta.
Ahora, mientras centenares de millones de cerdos han tenido que sacrificarse para yugular una epizootia de fiebre porcina africana, el costo de vida se incrementó en un 3% a escala nacional, porque el país consume anualmente casi 30 kilos per capita, y los precios de su carne y derivados se dispararon en los mercados mundiales.
Vista la insuficiencia de los stocks congelados, hubo que apelar entonces a productores de Brasil, Irlanda, Canadá y otros países y los precios en Europa aumentaron un 35% durante 2018, por la sencilla razón de que jamás alcanzaron las exportaciones globales de 8 millones de toneladas a satisfacer los 24 millones necesarios para satisfacer a los estómagos chinos.
Es una voracidad que PLANETA VITAL registró en 2018 y recoge ahora la revista SCIENCE, en referencia al exterminio masivo de burros en los países africanos, que China utiliza como materia prima de un menjunge popular, el ejiao, a base de la gelatina extraída de las pieles, para retardar el envejecimiento e incrementar el vigor sexual.
Con la fama creció el beneficio y, aunque en China la población equina es una de las numerosas del mundo, no ha logrado mantenerse a la par con un consumo cada vez más intensivo, obligando a salir a la cacería de los 44 millones de burros que rebuznan en el globo.
Así que las pieles han comenzado a llegar, vía Vietnam y Hong Kong, no sólo del Africa sino de lugares como Kyrgysztan, México y Brasil, a pesar de aisladas acciones de grupos ambientalistas, interesados en regular la actividad propiciada por la pobreza extrema.
Los comerciantes aducen que su dinero ha mejorado las condiciones de vida locales, al generar empleo y permitir a los pastores cubrir la educación de sus hijos, amén del agua y becas escolares que algunas empresas distribuyen gratis entre los vecino, pero algunos veterinarios denuncian el robo y sacrificio de los animales y su posterior transporte en espantosas condiciones sanitarias, en complicidad con funcionarios que sacan su tajada del negocio.
Y, finalmente, la revista NATURE advierte que la agresiva campaña de reforestación, destinada desde 1978 a reverdecer los desiertos, podría traducirse en el agotamiento de los recursos hídricos, localmente y en regiones vecinas, porque China siembra cada año una superficie equivalente a la de Irlanda y comparte ahora su know-how con los socios de su proyectada ruta hacia Occidente, y las autoridades proclaman, orgullosas, que mientras las zonas desérticas crecían a comienzos de siglo alrededor de 10.400 kilómetros cuadrados, registraron un retroceso de 2.400 en 2017.
Algunos expertos llegan incluso a calificar de insensata la idea porque muchos de los árboles no son endógenos y requieren un gran nivel de riego, pero es irreprochable el objetivo de frenar la erosión del desierto de Gobi y otras regiones áridas mediante la Gran Muralla Verde, el programa que ha permitido en cuarenta años sembrar más de 66 milardos de ejemplares en trece provincias norteñas.
El problema es que vastas extensiones del país se están secando porque el ecosistema revitalizado estaría absorbiendo más lluvia y reduciendo el agua que alimenta los ríos, con el lógico daño para el consumo de la población ribereña y ésto que denuncian los expertos ambientalistas obliga ahora a buscar alternativas, como plantar arbustos menos sedientos y hierbas útiles a la medicina tradicional que pueden cultivarse en simbiosis con aquellos y mejorar el nivel de vida de los campesinos locales.
Varsovia, febrero 2020.
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