CHINA ARRASA CON LOS OCEANOS
por Gabriel Rumor
Los cangrejeros rusos del mar de Bering y los pescadores mexicanos de guachinangos en la costa de Florida utilizan prácticas devastadoras que amenazan el bienestar de millones de personas de los países en desarrollo que dependen del mar para su alimentación y empleo, al punto que, según estimados de la FAO, el 90% de las especies han sido ya agotadas o amenazan con un inminente colapso.
Pero es China, según informa el New York Times, el enemigo principal, con su gigantesca población, cada vez con más riqueza que le brinda acceso creciente a los mercados, y la flota pesquera más grande del mundo.
Y es que después de devastar sus propias aguas, ha debido expandirse a sitios cada vez más lejanos para explotar las aguas de otros países, en operaciones que con frecuencia gozan del subsidio de un gobierno más preocupado con el desempleo y la seguridad alimenticia domésticos que por la salud de los océanos y los pueblos ribereños.
China es ahora la reina indiscutida de las operaciones pesqueras. Es el principal exportador y su población representa más de un tercio de todo el consumo a escala mundial con un crecimiento anual del 6%.
Dos tercios de lo que constituye una auténtica armada, afirma el matutino, ha invadido la costa occidental de Africa, gracias a la corrupción y la permisividad de las autoridades, en operaciones que violan las normas nacionales e internacionales.
La mayor parte de la flota pesquera china de largo alcance, que supera ya las 2.600 embarcaciones (mientras la estadounidense tiene una décima parte) es de tales dimensiones que recoge en una semana tanto como los botes de Senegal en todo un año, ocasionando perjuicios de dos millardos de dólares.
Muchos de esos empresarios se apoyan en ayudas oficiales (que alcanzaron casi los 22 millardos de dólares entre 2011 y 2015) para construir sus naves y dotarlas de combustible para el viaje de un mes a Senegal; una cifra que no incluye otras decenas de millones en subsidios y exenciones fiscales a las ciudades y provincias costeras como apoyo a las compañías regionales.
La industria emplea más de 14 millones de personas y otros 30 millones derivan de ella su subsistencia. A medida que la necesidad los impulsa más y más lejos, se ha visto envuelta en numerosos litigios en Indonesia, Argentina y Corea, a veces con pérdida de vidas humanas y las autoridades de Beijing aprovechan su presencia para respaldar reclamaciones territoriales, por ejemplo, contra Vietnam y las Filipinas en el Mar del Sur de China.
Greenpeace denuncia que el impacto ha sido catastrófico para los 14 millones de habitantes de un país pobre como Senegal, porque los stocks están desapareciendo y las canoas de los pescadores locales no logran competir con los megatrawlers cuyas redes de varios kilómetros arrasan literalmente con todo cuanto se mueve en el fondo del mar. Que luego se exporta, en gran medida, como alimento para pollos y cochinos en Europa y los Estados Unidos.
Para Senegal, cuyas costas se extienden sobre el Atlántico por casi 500 kilómetros, es un asunto de vida o muerte, porque el océano es básico para su bienestar y la identidad nacional y las industrias relacionadas con la pesca emplean casi una quinta parte de su fuerza laboral, por lo general muy joven, que entonces debe plantearse el escape a Europa como manera de sobrevivencia.
Según estimados, los barcos chinos roban 40 mil toneladas de pescado cada año de las aguas senegalesas, por un monto de 28 millones de dólares, y el problema es aun peor en países como Guinea-Bissau o Sierra Leona que carecen incluso de sus limitados medios policiales para custodiar sus aguas territoriales. Sobre todo cuando la protección entraña, a veces, enfrentar a una potencia que subvenciona generosamente proyectos de infraestructura en todo el Continente africano.
En Beijing, el gobierno ha reaccionado a las acusaciones que juzgan a veces exageradas, señalando que sus barcos faenan ahora en Africa simplemente en respuesta a la demanda de pescado de países desarrollados que redujeron sus propias flotas.
Pero, de todas maneras, ha informado que el subsidio al combustible se reducirá hasta 2019 en un 60% y que, para un mayor control, se obligará a todos los barcos de larga distancia manufacturados en China a registrarse oficialmente.
Varsovia, junio 2017.
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