Cena de Navidad en el espacio: Si mangia bene en el cosmos
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, Corresponsal Internacional
Incapaz de desayunar sin su tradicional capuchino y de privarse del delicioso expresso, Samantha Cristoforetti, la primera astronauta italiana, introdujo una auténtica revolución en la aventura espacial, llevando consigo una cafetera concebida por Lavazza y la firma Argotec.
Aquí el saludo navideño de los astronautas antes de su cena.
El aparato, que pesa 20 kilos, usa cápsulas “extraterrestres” y puede operar en condiciones de microgravedad, según las normas de ultra-seguridad que requieren tales desplazamientos.
Ya debió parecerle suficiente sacrificio compartir la estrechez del encierro con el norteamericano Terry Virts y el ruso Anton Shklaperov (para quien se embarcó, también, una porción razonable del mejor caviar) en el cohete Soyuz lanzado en noviembre del cosmodromo de Baikonur, y permanecer allí hasta el próximo mayo.
Y ahora, la piloto de bombardero de 37 años no se resignó a celebrar las navidades en la Estación Espacial Internacional sin las suculentas lentejas que auguran tiempos felices y los manjares típicos de su país, regalándose con una cena preparada especialmente para ella por la empresa a las afueras de Turín.
El Guardian londinense informa que la idea surgió un poco en son de chanza mientras los expertos de Argotec participaban en los preparativos de la primera misión de la agencia nacional espacial (ASI) y el astronauta Luca Parmitano expresó el deseo de cargar consigo alguna comida típica del país; seguramente para vencer la nostalgia del paese…
Y fue un verdadero reto, porque el sobrepeso sólo podía justificarse si contribuye a levantar la moral de los viajeros y es extremadamente difícil obviar condiciones físicas en el espacio que conspiran con la duración de una cocina de calidad superior.
Así, algunos platos tienen que esterilizarse mediante termoestabilización, con calor bajo presión y como la mayoría de los líquidos deben ser liofilizados pierden algo de su sabor, el chef Stefano Polato, que dirige un restaurant cerca de Padua, tuvo que ceñirse a una rigurosa selección de los ingredientes.
Por ejemplo, indica al Guardian, las manzanas que constituyen parte vital de la dieta han de presentar un ph de acidez óptimo para conservar sus nutrientes al esterilizarse a bajas temperaturas, para reducir las bacterias y prolongar la conservación y el gusto.
El maestro emplea generosamente las especias, pero es avaro con la sal porque uno de los problemas que enfrentan los astronautas, sobre todo en las primeras fases del vuelo, es la retención de agua; debe tener siempre en cuenta que la digestión en el espacio se dificulta por causa de la gravedad y que cualquiera cosa que aquí abajo nos causa agruras es, allá arriba, literalmente explosiva; evitar migajas que quedarían flotando en la cabina, y añadir enormes cantidades de antioxidantes en bayas traídas especialmente del Tibet.
Dificultades que, aunadas a la quisquillosidad en el comer de la capitana Cristoforetti, obligaron a un cambio de dirección total, para salvaguardar su bienestar físico y reforzar su capacidad física y mental. Con lentejas de la isla de Ustica, ricas en sales minerales, habichuelas del Piemonte, fácilmente digeribles por su delicada corteza, y garbanzos negros de Puglia, riquísimos en hierro y proteínas.
Son recetas que exigen a veces muchos meses de experimentación y que la piloto italiana comparte con sus camaradas de la estación internacional, añadiendo un guiño de buena mesa a la rutina de su prolongado confinamiento.
Varsovia, diciembre 2014.
Leave a Comment