BUEN NEGOCIO: FRENAR EL CALENTAMIENTO GLOBAL
por Gabriel Rumor
Reducir el calentamiento global podría traducirse en un ahorro de 20 billones de dólares, editorializa la revista NATURE a partir de estimaciones de daños económicos que deberían estimular acciones urgentes para controlar las emisiones de efecto invernadero.
El primer documento significativo en tal dirección apareció en 1991, firmado por el economista Bill Nordhaus, que calculó el costo de hacer algo versus la alternativa de no hacer nada, concluyendo que era más saludable para la economía mundial atacar el problema en lugar de sentarse, simplemente, a esperar sus consecuencias.
Más recientemente, el Informe Stern del gobierno británico ratificó en 2006 el concepto de que resultaba mucho más barato gastar en la reducción de las emisiones que costear el impacto negativo del cambio climático resultante.
Y, ahora, NATURE publica el estudio que un equipo dirigido por el profesor asociado Marshall Burke de la Universidad de Stanford realizó del impacto de los cambios históricos de temperatura en el producto interno bruto de 165 países, en el lapso de 1960 a 2010, proyectándolos hasta el fin de nuestro siglo para avizorar lo que habría de ocurrir de acuerdo a diversos niveles de incremento del clima global.
Los resultados, según la revista, muestran que una acción redoblada para controlar la temperatura, al reducir los daños, se traduciría en mayores beneficios económicos, y, concretamente, que existe un 75% de posibilidad de que el mantener el alza de 1.5 centígrados, a que aspira el Tratado de París, dejaría al mundo en mejores condiciones que si el mercurio alcanzase los 2 grados… con un probable ahorro acumulado de hasta 20 billones en el producto global.
Consciente de que nunca ha sido posible alcanzar la unanimidad entre economistas, planificadores, políticos y tuttiquanti de la amplísima fauna de expertos que giran en torno al tema ambiental, la redacción de NATURE incluyó en un foro las objeciones que suscita este género de extrapolaciones.
Por ejemplo, entre quienes consideran que la gente será capaz en el futuro de propiciar patrones de adaptación que escapan a la especulación actual; como el desarrollo y la generalización de cosechas resistentes a las sequías, que se traducirían en ahorros sustanciales al mantener estable el precio de los alimentos a despecho de las intemperies.
O de quienes rechazan que el impacto en el producto interno de los países, por las temperaturas extremas resultantes del cambio climático, sólo se reflejaría en el balance económico de un año y no, también, en los sucesivos, a contracorriente de estudios previos que ponían énfasis en la capacidad de recuperación tras las catástrofes naturales.
Pero, al final del día, no importa cuán cuestionado, este género de ejercicio ha de enriquecerse con la información obtenida, por ejemplo, en las naciones de menor desarrollo que ya sufren más que las demás el resultado de los impactos físicos y económicos. Porque, en cualquier caso, concluye NATURE, el uso de combustibles fósiles está expidiendo cheques que la economía planetaria no está en capacidad de aceptar.
Varsovia, agosto 2018.
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