BAJO LOS ROBLES
por Gabriel Rumor
Mientras la clase política en Gran Bretaña busca con ansiedad la forma más indolora de enmendar el fiasco incurrido con el Brexit, la gente de a pie se preocupa de su patrimonio forestal; algo al parecer intrascendente pero revelador de la intensa vinculación del pueblo británico con su naturaleza.
Como si se tratase de un crucial asunto de prestigio y alta política, el público ha sido llamado a secundar la candidatura de un roble en Brimmon, Gales, al título del Arbol Europeo del Año, contra las aspiraciones de un pariente en Polonia que sirvió de cobijo a una familia judía en tiempos de la Segunda Guerra, una lima de la República Checa y una docena más de ejemplares emblemáticos en el Viejo Continente.
Es un venerable anciano de quinientos años que en la pasada competencia obtuvo apenas 237 votos y ha superado ahora los diez mil, que se salvó de la tala y obligó a desplazar varios metros la ruta de una nueva carretera, gracias al empecinamiento de su propietario y de un activista ecologista que llevaron el caso hasta el Parlamento galés.
Sería, en cierta forma, la reivindicación de una riqueza forestal que no cesa de crecer mientras los científicos intensifican sus labores y los hallazgos se multiplican, haciendo del país el más rico en su género en todo el continente europeo.
Un reportaje en el Guardian de Londres sobre esta variedad ligada durante siglos a la historia y la cultura nacional, revela que los historiadores han descubierto en los últimos cuatro años, 1200 árboles que datan del Medievo y la dinastía de los Tudor, elevando el total nacional a la cifra impresionante de 3.400 ejemplares.
Según el estudio, hay 117 robles, viejos de ochocientos y hasta mil años, mientras el total europeo es de apenas dos mil ejemplares, mayormente en Suecia y poco menos en Rumania y Alemania y ninguno de semejante longevidad.
Es una investigación que, según el matutino, junto con incrementar el inventario de robledales de la Isla sirve para comprender por qué tal variedad ha sido más importante para la cultura inglesa que en el resto de Europa, al punto que más de quinientos pubs ostentan el nombre de Royal Oak, su silueta abunda en la heráldica y adorna los blasones de innumerables familias aristocráticas.
De roble fue construida mayormente la Real Armada que a partir del siglo XVIII cimentó el poderío en los mares hasta con ocho buques insignias bautizados Royal Oak; la marcha oficial de los veteranos, Heart of Oak, es aún la misma de entonces y el árbol permanece asociado en la imaginación popular con las aventuras de Robin Hood y del rey Ricardo Corazón de León.
Y el porqué de su mayor longevidad podría explicarse, según el doctor Aljos Farjon de los Reales Jardines Botánicos, a la dominación impuesta hace mil años por Guillermo el Conquistador, quien se reservó la propiedad de toda la campiña inglesa para su entretenimiento, forzando a la nobleza a importar gamos del Sur de Italia para poblar sus propios bosques, de menor tamaño.
El resultado fue un boom de los parques, cuyo número creció sesenta veces durante el siglo y medio de la dominación normanda y hoy alberga la mitad de la población nacional de robles, porque la caza en bosques relativamente pequeños requiere los espacios menos tupidos y de menor sombra que favorecen su lento desarrollo en detrimento de especies rivales como las limas y los abedules.
Varsovia mayo 2017
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