Angel guardián de los Himalayas
Con razón, al ingeniero hindú Chewang Norphel se le conoce como el Hombre de Hielo, porque desde hace treinta años construye glaciares artificiales para frenar el retroceso de las nieves de los Himalaya, y ahora la TRIBUNE DE GENEVE lo incluye en su folletón vacacional dedicado a los héroes ignorados de la lucha mundial por la preservación del planeta.
Cuando nació en Ladakh, en 1935, su padre era un agricultor que cultivaba trigo, sorgo y guisantes a las faldas de una montaña – majestuosa como suelen ser todas en aquella región del globo- que estaba siempre cubierta de nieve y ahora, por el calentamiento global, asiste a la desaparición de los glaciares, demasiado temprano para dar tiempo a las siembras.
Es un fenómeno que arranca desde 1979, ligado a la contaminación del aire que absorbe las radiaciones solares en lugar de rebotarlas a la atmósfera, a un ritmo de diez a sesenta metros anuales, y el diario ginebrino lo califica de verdadera bomba de tiempo, porque los Himalayas alimentan nueve grandes ríos del subcontinente, como el Indus, el Ganges y el Brahmapoutra y numerosos afluentes de los que viven más de 1.3 millardos de seres humanos.
Chewang Norphel se angustiaba, impotente, hasta que una mañana halló la respuesta en su jardín, viendo que el agua de un riachuelo vecino se había congelado a la sombra de un árbol, por lo que dedujo que por algo debía el curso de las aguas ralentizarse en ese sitio, a cobijo del sol; y comenzó a concebir una red de canales que represaban el líquido hasta provocar su congelamiento, hasta mediados de marzo, a tiempo para las siembras.
Cuando Chewang Norphel pasó a retiro en 1995, se asoció a una ONG local, el Leh Nutrition Project, con la cual levantó trece glaciares, cada uno con el aporte de cuatro o cinco colaboradores durante diez meses y una modestísima inversión…hasta agosto de 2010, cuando las lluvias torrenciales de los monzones provocaron inundaciones sin precedentes en India y Pakistán y arrasaron con gran parte de su esfuerzo.
Sólo cuatro escaparon y, desde entonces, no ha encontrado apoyo ni en el gobierno federal de su país ni en las autoridades de Cachemira. Que no es tanto, porque de siete a 20 mil dólares bastarían para reconstruir cada estructura, afirma Chewang Norphel, mientras ve cómo se modifica con el calor el aspecto social de su montaña y los jóvenes abandonan la agricultura para dedicarse al turismo.
Y, sin embargo, ya octogenario, el Hombre de Hielo no acepta la derrota…”Tengo la fuerza y la motivación para trabajar; mis piernas me aguantan todavía, desde que tenía ocho años llevaba a pastar las vacas y las cabras de mi papá, y trabajar se ha convertido en una costumbre”.
Varsovia, septiembre 2015.
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