¡ADIOS, OSO YOGUI!
por Gabriel Rumor
No sólo Yellowstone sino los restantes 412 parques nacionales de los Estados Unidos están en peligro, amenazados como jamás estuvieron en su siglo de existencia por la desaparición de los glaciares, el alza del nivel del mar y el incremento de los fuegos forestales, debidos a las temperaturas excepcionalmente intensas de los años recientes.
Los campos de Jamestown, el primer enclave inglés en el continente, donde se daban cita Pokahontas y el capitán John Smith, pueden estar irremisiblemente condenados, porque las aguas los invaden a una velocidad dos veces mayor que el promedio global, informa el GUARDIAN londinense, mientras la Estatua de la Libertad corre un alto riesgo por tormentas que son cada vez más violentas y el deterioro del famoso glaciar de Yosemite provocó la alarma del presidente Obama en una visita efectuada en meses pasados.
Y lo más grave, continúa el matutino, es que esos cambios son inevitables, no importa cuánto se haga por limitar el efecto invernadero, porque un estudio del National Park Service reveló en 2014 que cuatro de cada cinco parques nacionales estadounidenses se hallan en el límite máximo de las temperaturas registradas desde el año 1901.
Alaska es probablemente la primera línea defensiva porque incluye 24 parques, incluyendo Denali, el más vasto del país, con 3 millones de kilómetros cuadrados y forma parte del Artico, la región del planeta donde el calentamiento se opera a mayor velocidad y el permafrost comienza a derretirse y a provocar huecos y avalanchas, mientras la costa noroccidental está perdiendo 50 metros anuales en ciertos lugares a causa del nivel del mar impulsado por la erosión del viento y tormentas más intensas mientras se incrementan los incendios por la falta de la protección helada.
Lugares de importancia histórica, como los vestigios de presencia humana hace 9 mil años en Cape Krusenstern, peligran por las inundaciones y el saqueo del acervo cultural de los aborígenes esquimales cuyos artefactos quedan expuestos sin la protección del permafrost a la rapiña de los visitantes.
E igual fenómeno se reporta en los estados sureños donde los cambios en el patrón de lluvias han causado el derrumbe de estructuras ancestrales en el parque de Tumacácori en Arizona, construidas con adobes hace tres siglos por los misioneros españoles.
El incremento de las temperaturas varía ligeramente de uno a otro parque pero la tendencia es inexorable y amenaza con alterar los bosques tanto como lo hicieron los colonos europeos, mientras los incendios de verano se expanden dramáticamente y algunas especies de aves endógenas sufren los embates de mosquitos que se sienten cada vez más a sus anchas en el habitat caluroso.
En California, las 65 arboledas sobrevivientes de sequoias monumentales, uno de los seres más longevos del planeta, podrían ser diezmadas por un clima más seco y caliente; y, en Yellowstone, los efectos se harían sentir en la cadena alimenticia al privar de las semillas de los pinos de corteza blanca, atacados por insectos, al simpático oso Yogui y su familia, obligándolos a procurarse otra fuente de comida en detrimento de las demás especies animales; la falta de nieve para guarecerse afectará a osos y zorros y el agua más cálida de los ríos expulsará a los salmones.
Los responsables oficiales admiten que es difícil predecir exactamente qué ocurrirá pero advierten que algunos sistemas han sido colocados al borde del colapso, que el cambio climático sigue su curso y sólo cabe esperar que el impacto será mayor a medida que pasa el tiempo y es urgente agarrar el toro por los cuernos, teniendo en cuenta que en 2015 se registró una cifra record de 305 millones de visitantes en los parques nacionales.
La perspectiva más ominosa es que, sin detenerse el ritmo actual, los parques nacionales y los refugios animales quedarán como fotos postales y rincones aislados de conservación, con instalaciones en decadencia que multitud de estadounidenses visitaran como si fuesen zoológicos para admirar los restos de la vida salvaje y pequeños espacios aún sin desarrollar.
Y por eso, en previsión de que el número de curiosos se incrementará en 25% hacia el año 2060, algunos parques nacionales están planteándose formas de reaccionar, por ejemplo, con actividades nocturnas como la contemplación de las estrellas y de los nidos de murciélagos, para sustituir el paseo por glaciares que, entonces, sólo quedarán en la memoria de los abuelos.
Varsovia octubre 2016.
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