¡ADIOS INSECTOS!
De catastrófico, califica el naturalista Michael McCarthy el colapso del ecosistema de los insectos, que sobrevivieron cientos de millones de años en todos los ambientes, exceptuados los océanos, hasta tropezar con el hombre, la más depredadora de todas las especies.
Y, también, de alarmante porque si es discutible que algún lector lamente la extinción de la cucaracha que emerge, asquerosa y reluciente, del lavamanos, del mosquito que le arruina la siesta o la araña peluda que se esconde en las pantuflas, los bichos son, en general, fundamentales en la polinización de las plantas y forman la base de millares de cadenas alimenticias, sin las cuales será imposible mantener a una población que debe superar nueve millardos de almas al horizonte del año 2050.
Hace ya 35 años que el biólogo estadounidense Terry Erwin asumió la empresa de contar las especies de insectos, extrapolando las 1.200 halladas en la selva de Panamá, y tras un cálculo complicado llegó a la cifra de 30 millones en tierra, agua y aire, huéspedes durante millones de años en todos los continentes, con excepción de la Antártida y de todos los habitats, salvo los océanos; Y, lo más preocupante de todo, en severo peligro de extinción por la acción invasiva y destructora de la raza humana.
Albert Einstein ya lo advirtióTiempo atrás, el GUARDIAN londinense había alertado de que la biomasa de insectos voladores en Alemania se había reducido desde 1989 en un 75%, pero sólo ahora, gracias a los estudios científicos de los últimos cinco años, captamos la amplitud de lo que significa una auténtica catástrofe ecológica; por dos razones fundamentales.
Una cultural: que con excepción de las abejas y las mariposas le damos en general poca importancia a los insectos y no nos desvela que unos cuantos bichos desaparezcan de la faz del planeta; y otra, científica, porque es prácticamente imposible monitorear el ritmo de desaparición de las especies.
Pero algo, sí, es indiscutible, que tres generaciones de industrialización agraria han atiborrado el suelo de pesticidas desde la II Guerra Mundial y que el porvenir se presenta ominoso para los infelices animales y, por carambola, la humanidad entera, ante los retos alimenticios que plantea una población que no cesa de reproducirse en cada rincón del planeta.
Varsovia Noviembre 2017
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