Sólo una tragedia más
Bulla Loca…!qué nombre más apropiado para la mina de oro en la Guayana venezolana que colapsó hace pocos días con un saldo aún desconocido de víctimas entre los centenares de infelices que perforan febrilmente los socavones en el vano sueño de sepultar su miseria!
“Una tragedia detrás de la cual vendrán más porque ya otras la antecedieron”, sentenció un ex diputado opositor que no ha cejado en sus denuncias contra la minería ilegal en su provincia, devenido territorio sin ley en manos de grupos paramilitares extranjeros en connivencia con la Guardia Nacional venezolana.
Un video muestra el desastre acaecido en el lugar, sólo accesible tras horas de tortuosa navegación por la Paragua, cuando las paredes de una profunda excavación carente de las precauciones más elementales se derrumbaron, asfixiando por lo menos a 16 trabajadores que vinieron a sumarse a otros 54 que, según una ong local, fallecieron oficialmente en 17 accidentes en el lapso de 2017 a 2022.
La opacidad que reina en torno a la explotación de oro, diamante, hierro, bauxita, cobre y coltán en el llamado Arco Minero del Orinoco de unos 112 mil kilómetros cuadrados, creado en 2016, estimula las especulaciones sobre las condiciones de vida de los mineros que, de manera generalmente ilegal, son sometidos a un régimen rayano en la esclavitud.
Urgida por la caída brutal de los ingresos petroleros vitales, tras la ruina de la empresa estatal PDVSA, que hizo la fortuna de Venezuela a lo largo del siglo 20, la iniciativa arrancó con un doble propósito hasta cierto punto contradictorio – la explotación acelerada de los recursos minerales y la preservación del frágil ecosistema selvático- sólo posible con una gerencia competente y profesional y, sobre todo honesta como la mujer del César, que no han sido, propiamente, características de la sedicente revolución implantada en 1999.
Con el resultado de una situación caótica por la afluencia de millares de trabajadores ilegales, objeto de periódicas operaciones represivas que la ong SOS ORINOCO no vacila en calificar de shows mediáticos porque, según se comenta sin ambages en la densa región boscosa, existe complicidad de las autoridades militares con fuerzas guerrilleras colombianas a las que facilitan santuario en el territorio venezolano.
Y junto a las consecuencias humanas no puede soslayarse el catastrófico efecto de tales actividades ilícitas y desordenadas sobre el medio selvático que exhibe la imagen impactante de un territorio bombardeado, envenenado con el cianuro y mercurio que sirven de herramientas extractivas.
Ahora, ante esta nueva tragedia, se repite el procedimiento habitual de minimizar el problema, limitando el acceso de los medios y evacuando de manera improvisada y con fuerza a los supervivientes y sus familias. Para reducir el impacto informativo, sin atacar sus causas.
Hasta que, en un par de semanas o algunos meses, el horror de una nueva bulla loca atraiga la atención de la opinión mundial.
Varsovia, febrero de 2024.
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