ISLANDIA SANA LAS HERIDAS VIKINGAS
Islandia quedó literalmente pelada hace mil años después que los colonos vikingos arrasaron con los bosques que cubrían un tercio de la superficie, y ahora intenta restaurar el daño para estabilizar los suelos frágiles, desarrollar la agricultura y combatir el cambio climático.
Es en síntesis, lo que informa un reportaje en el New York Times sobre lo que se traduce en una labor titánica, ya que el progreso ha sido prácticamente nulo, pese a la siembra de más de tres millones de árboles y un dirigente de la Asociación Forestal Islandesa estima que apenas la mitad de uno por ciento de la superficie pudo ser rescatada en el siglo pasado.
Paradójicamente, fue el panorama desolado, salpicado aquí allá por vastos glaciares e infinidad de volcanes, algunos de ellos activos, lo que atrajo el interés de la industria cinematográfica y a 1.8 millones de turistas en 2016, pero la carencia de árboles, sumada a tormentas de arena y las toneladas de ceniza y rocas expulsadas por las erupciones, se saldó con una severo cuadro de erosión.
Si bien el país está impulsado ampliamente por la energía geotérmica e hidroeléctrica, acusa altos índices de emisiones per cápita de gases de invernadero, producidos por el transporte e industrias pesadas como la producción de aluminio, así que el gobierno trabaja en estrecha colaboración con Noruega y la Unión Europea con el objetivo de reducir en 40% las emisiones en 2030 en relación a los niveles de 1990, y entre un 50% y 75% al horizonte de 2050.
La reforestación juega papel importante, pero, como constatan los funcionarios a cargo, no es fácil restaurar los bosques después que fueron talados y quemados por los ancestros vikingos para crear pastizales, madera para sus cabañas y carbón para sus forjas, en un proceso que tomó alrededor de tres siglos y afectó dramáticamente el ecosistema.
Después –continúa el diario- las frecuentes erupciones depositaron densas capas de un material volcánico, rico en nutrientes pero responsable de un suelo pobre, incapaz de retener el agua y frágil a la merced del viento, con el resultado de un caso de desertificación digno de estudio por científicos locales y expertos llegados del mundo entero.
Reforestación organizada en IslandiaEl servicio de conservación se encargó en 1920 de Gunnarsholt, una de las granjas más antiguas del país, a 90 kilómetros de Reykjavik y cercana al monte Hekla uno de sus volcanes más imponentes, y es usado como un laboratorio al aire libre donde se estudia qué tipo de vegetación es la más adecuada para cada terreno.
Es un proceso que por lo general comienza con una hierba de rápido crecimiento que estabiliza el suelo; después toca el turno al lupino de flores púrpuras puntiagudas y más tarde retoños de abedules, piceas, pinos, alerces rusos, más no de álamos, demasiado gustosos para las ovejas, originarios de Alaska pero cultivados en invernaderos locales debido a la prohibición vigente de importar especies vivas.
Nadie en Islandia, dadas las inmensas dificultades técnicas y las limitaciones presupuestarias, se hace demasiadas ilusiones sobre la celeridad de la operación, cuya meta es incrementar 5% la superficie boscosa en el siguiente medio siglo; o incluso siglo y medio, si no se agiliza el ritmo actual del procedimiento, pero cada parcela que reverdece en el exótico país es en cierto modo una venganza contra el legado depredador de sus fieros antepasados.
Varsovia noviembre 2017
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