Un metro te da sorpresas
La construcción del Metro de Tesalónica, a un costo de 3 millardos de dólares, debió concluirse en seis años y medio pero se demoró veintidós y al inaugurarse en días pasados agregó al patrimonio de la vibrante capital portuaria al norte de Grecia más de 300 mil piezas arqueológicas, que las autoridades locales decidieron integrar al proyecto original como un gesto respetuoso por los ancestros.
Como las piezas museales exhibidas en la estación parisina de Rivoli, para indicar la vecindad del Louvre, pero a una escala notablemente mayor.
Tesalónica es una aglomeración que ronda el millón de habitantes, cuyo origen se remonta a los tiempos de Alejandro Magno, destinada al éxito por su privilegiada posición geográfica sobre el Mediterráneo, entre la capital del imperio y sus provincias orientales, que llevó a un emperador romano a instalar allí su residencia y propició episodios sangrientos en las guerras religiosas en las que el cristianismo emergió finalmente victorioso.
Su expansión se consolidó en los albores del Imperio bizantino y estimuló la codicia de sarracenos y normandos hasta caer bajo el dominio otomano, pese a la protección de la República veneciana, y tras la expulsión de los judíos de España devino centro del judaísmo sefardí hasta la ocupación nazi en la Segunda Guerra.
El Metro es un vasto museo de 23 siglos de la historia que vio pasar varias civilizaciones, según testimonian las calzadas de mármol, una basílica cristiana, una red de distribución de aguas con el sello inconfundible de los arquitectos romanos y numerosos cementerios griegos rebosantes de joyas y piedras preciosas.
Las piezas estarán expuestas en trece estaciones arqueológicas, a la que se sumarán otras cuando el segundo tramo comience a funcionar el año próximo, para transportar diariamente un cuarto de millón de pasajeros, con el lógico alivio del tránsito terrestre de la pujante capital, hasta alcanzar el aeropuerto internacional al horizonte de 2040.
Culmina así una auténtica odisea del consorcio greco-italiano,alimentada por las reacciones contra las incomodidades que las excavaciones representaron para los ciudadanos.
Y, sobre todo, por las exigencias de personalidades y organizaciones académicas en defensa de la riqueza del subsuelo que forzaron a la colaboración de ingenieros y arqueólogos para perforar a una profundidad adicional, rediseñando en lo posible las instalaciones y salvaguardar los tesoros que no cesaron de aflorar a medida que avanzaban los trabajos.
Varsovia, diciembre de 2024.
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