Regresará la diáspora venezolana
No toda, por supuesto, pero es lícito imaginar que una fracción de la diáspora de venezolanos que ha salido a buscar nuevos rumbos por todos los rincones del planeta durante este cuarto de siglo, optarán por regresar al país, cuando el azaroso evento electoral termine ¡finalmente! el domingo 28 con el resultado que anuncian todas las encuestas, eco del clamor nacional.
Se agudizará la nostalgia por el clima y la comida, el ansia de abrazar a los familiares y amigos que no pudieron salir hacia lugares menos hostiles, por compartir las guacamayas que alegran los balcones, incluyendo el del hidalgo candidato que ha logrado aglutinar la fuerza por la libertad; en fin, por la guachafita refrescante de los venezolanos. Sobre todo en quienes aprieta la urgencia de volver, según cantaba Gardel, a sembrar el esqueleto en la tierra de donde nunca quisieron escapar.
Son varios millones fuera de la patria, que nos hacen evocar la marea humana de extranejros que nos enriqueció después de la Segunda Guerra, durante la anterior dictadura y mientras fuimos puerto acogedor en un Continente con varios paises sometidos a la bota militar. Una mezcla que hizo cambiar el perfil de nuestra gente y contribuir al progreso que el reventón petrolero impulsó desde 1917 hasta verse interrumpido, paradójicamente, cuando el milenio llegaba cargado de esperanzas.
Una de las ideas más exitosas de la Unión Europea, las becas Erasmus que facilitan a millares de jóvenes desplazarse cada año por el Viejo Continente, y el programa Vaishvik Bhartiya Vaigyanik con que la India patrocina a través del Ministerio de Ciencia y Tecnología el retorno de sus cerebros, deberían inspirar una iniciativa similar en el área educativa, de importancia estratégica dentro de los planes de recuperación del nuevo gobierno.
En el caso de Venezuela, el galardón Princesa de Girona Internacional a la joven química Yarivith Carolina González, residente en Argentina, ha reconocido el capital intelectual incalculable de compatriotas que hasta en los rincones más remotos del planeta ejercen ahora sus artes y oficios con ejemplar eficiencia.
Y de figuras como la física Anamaría Font, de la Universidad Central de Venezuela, premio La Mujer y la Ciencia de la Fundación L´Oreal-UNESCO; Alejandro Sánchez Alvarado, Premio Vilcek en Ciencias Médicas, y el fotógrafo José Manuel Briceño, Premio National Geographic-Buffet, a quienes PLANETA VITAL dedicó un reportaje en 2023.
Por obvias y legítimas razones no a todos sería permitido abandonar las posiciones que lograron después de mucho sacrificio, pero podrían trasladarse al país por lapsos específicos para trasmitir la experiencia acumulada, sin olvidar la formidable herramienta que la internet significa para las comunicaciones y la enseñanza on line.
Quienes regresen, servirían, además, de enlace con sus universidades, empresas transnacionales y centros de investigación en el extranjero, en una cooperación donde todos saldrían gananciosos.
Las conclusiones de la Cumbre sobre la Diáspora Global, que la Organización Internacional de la ONU para las Migraciones auspició en Dublin en abril de 2022, deberían orientar al nuevo gobierno, no más instalado, con urgencia similar a la que el Premier británico Keir Starmer acaba de imponer a su propio gobierno, actualizando un esquema en la línea del estupendo programa Mariscal de Ayacucho que Venezuela instrumentó en los años de la bonanza petrolera.
Que ahora funcionaría a la inversa, facilitando el retorno temporal o definitivo del vasto contingente de universitarios, técnicos y artesanos –científicos, informáticos, deportivos, culturales, incluso culinarios- que se vieron forzados a emigrar en estos tiempos aciagos y anhelan poner al servicio el bagaje acumulado en el duro peregrinaje; para que su país comience a renacer.
Varsovia, julio de 2024.
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